En plena primavera ciclista, la actualidad no cesa después de un mes cargado de clásicas y con el Giro de Italia a la vuelta de la esquina.
Comenzábamos este mes de abril con la disputa del Tour de Flandes, que fuera de lo deportivo tuvo como protagonista a uno de los coches neutros que prestan asistencia en carrera a los ciclistas. Primero, tras tocar en el bordillo y golpear con el espejo retrovisor se llevó por delante a Jesse Sergent del Treck, que sufrió la fractura de la clavícula. Después ese mismo coche, golpeó por detrás al coche de la FDJ provocando la caída de Sébastien Chavanel, que estaba recibiendo instrucciones de su equipo por la ventanilla del copiloto. Unos despropósitos que no tendrían que haber ocurrido, a pesar de que las caídas en el ciclismo son inevitables, pero que detrás de estos accidentes este el factor humano por descuidos, por errores o incluso por la poca pericia del conductor de ese vehículo, es algo que hay que criticar y evitar, fueron una serie de errores que son intolerable y de los que habrá que tomar medidas por la seguridad de los propios ciclistas.
En lo deportivo, la 97ª edición del Tour de Flandes, segundo monumento de la temporada ciclista que forma parte del UCI World Tour 2015 y que tras 264,2 kilómetros de recorrido entre Brujas y Oudenaarde, con 19 muros y algunos tramos de pavé, el ganador fue Alexander Kristoff (Katusha), primer noruego que conquista la clásica belga, al batir con claridad en el sprint a su compañero de fuga Niki Terpstra (Etixx-Quick-Step), con el que se había escapado cuando faltaban 28 kilómetros.
La clave del triunfo del
ciclista noruego estuvo en los adoquines del Kwaremont, uno de los 19 muros que
jalonaron el recorrido. Al hachazo que dio Kristoff sólo pudo seguirle Terstra,
que tras una buena sincronización entre ambos les permitió abrir un hueco de
medio minuto cuando tan sólo faltaban 14 kilómetros para la línea de meta,
punto en el que saltaron del grupo perseguidor Greg Van Avermaert (BMC) y Peter
Sagan (Tinkoff-Saxo), que a punto estuvieron de enlazar.
Kristoff en los últimos
metros finales tras la no colaboración en los relevos de Terstra sacó a relucir
las pocas fuerzas que le quedaban para hacer historia al convertirse en el
primer noruego en ganar en el “monumento” de Flandes, confirmando su buen
momento de forma en este inicio de temporada, después de ganar tres etapas en
Catar, una en Omán, otra en la París-Niza y tres etapas y la general final en
los Tres Días de La Panne.
El tercer escalón del podio
fue para Greg Van Avermaet, que en esta edición de la carrera belga, estuvo más
abierta debido a las ausencias de Fabian Cancellara, ganador de las dos últimas
ediciones, y de Tom Boone, con tres triunfos cada uno en los últimos diez años.
Al día siguiente del
monumento de Flandes, comenzaba la Vuelta al País Vasco. Una Vuelta a la que
acudían importantes gallos como eran: Jean Cristophe Peraud, Michal
Kwiatkowski, Rafal Majka, Nairo Quintana o Joaquim “Purito” Rodríguez que al
final se la llevo calentita doblegando a todos sus rivales.
Tras cinco etapas y a falta
de la contrarreloj del último día nada estaba decidido, la pared final de Aia
sería la encargada de desojar la margarita, a estas alturas de la película
Nairo Quintana ya se había apartado de la pelea entre gallos porque el
escarabajo no estaba para estos trotes tan explosivos. El otro escarabajo
colombiano, Sergio Henao llegaba al último día con el amarillo luminoso de
líder y con el mismo tiempo que “Purito”. Por lo que la contrarreloj tendría
que dictar sentencia entre dos ciclistas que ni son escaladores natos ni son
contrarrelojistas puros, simplemente son dos ciclistas explosivos para una
contrarreloj que tenía más peligro que una caja de bombas. Estaba claro que
había mucha tela que cortar en una etapa que comenzaba hacia abajo y finalizaba
hacia arriba. Un falso tobogán al que
muchos hicieron frente utilizando dos bicicletas: una para bajar y otra para
subir. Dos ciclistas similares, dos perfiles en la misma etapa y dos
instrumentos con los que inclinarían la balanza a un lado o al otro. En el
transcurso de la etapa el británico del Orica, Simon Yates, amenazo a los
clásicos, pero las dos subidas finales se le hicieron muy largas.
El último en tomar la
salida era Sergio Henao, lo mismo que fue el último en cruzar la línea de meta,
pero tras esos poco más de 18 kilómetros cuando llegó, el preciado maillot
amarillo ya había volado a las espaldas de Joaquim “Purito” Rodríguez, ya que
había sido el que mejor combinó entre los favoritos, una contrarreloj que
escondía dos carreras en una.
El mano a mano entre dos
bailarines sobre la bicicleta lo remató con autoridad manifiesta Purito que le
saco 13 segundos al escarabajo Henao. El tercero en el podio fue Ion Izagirre,
por delante de su jefe Nairo Quintana y de Simon Yates.
Tras una carrera siempre
hay vencedores y vencidos, alegrías y tristezas. Tras las alegrías de los
ganadores, están las tristezas de los perdedores. Tristezas visibles en las
caras de los damnificados por lo ocurrido en tierras vascas como fueron los
casos de Jean Cristophe Peraud, Rafal Majka, Michal Kwiatkowski y Nairo Quintana,
gallos todos ellos que venían con un claro objetivo: ganar la clasificación
general y que no lo consiguieron, por lo que tendrán que mejorar sus
actuaciones si desean cumplir con los objetivos asignados para esta temporada.
Lo mismo que en el Tour de
Flandes aquí los despropósitos y los errores humanos continúan agrandando el
poco interés por la integridad de los ciclistas. En la primera etapa unos
pivotes de hierro señalizados de forma chapucera con dos conos, fueron la causa
de una caída durante el sprint final en la cola del pelotón cabecero, cuatro de
esos ciclistas han tenido que ser trasladados a los hospitales de Basurto y
Cruces como consecuencia de la caída, viendo peligrar su temporada. Algo que
hay que calificar como indignante y una falta grave de la organización, que
reconoció que tenían que haber previsto lo sucedido, asumiendo que deberían
haber protegido mejor la zona en la que se produjo la caída.
Un fallo organizativo que
indigno a los ciclistas, que decidieron al día siguiente protagonizar un plante
de cinco minutos en la salida en señal de protesta.
Terminada la Vuelta al País
Vasco, al día siguiente la serpiente multicolor, con Sir Bradley Wiggins
formando parte de ese pelotón se trasladaba a París para disputar la 113ª
edición de la París-Roubaix. El periplo en la élite del británico Bradley
Wiggins tenía su fin, su sueño era la de morir matando, retirarse del máximo
nivel ganado la clásica con más encanto y más dureza de todas las clásicas. La
ilusión de su vida se le torció muy pronto al quedarse descolgado en el Bosque
de Arenberg, aunque pudo reintegrarse.
Pese a las dificultades, no
renuncio fácilmente a su sueño y atacó con fuerza, con potencia y con corazón
aunque poco después fue neutralizado. Cuando se hizo el corte definitivo, él no
logro meterse, aunque lanzó su último intento a la desesperada, pero no fue
posible. En la vida todo tiene su fin y Bradley Wiggins cerró su trayectoria
deportiva con un decimoctavo puesto en la general final de la carrera de sus
amores.
La victoria en esta edición
del Infierno del Norte fue para un fenomenal John Degenkolb, que lograba así la
primera piedra para su vitrina. Este alemán de 26 años está viviendo un inicio
de temporada sensacional. Tres semanas después de su fenomenal victoria en la
Milán-San Remo, que inauguraba su palmarés de monumentos y que antes de cruzar
la meta en el Velódromo de Roubaix ya se había encargado de llevar la
iniciativa en el tramo final, siendo el hombre al que sus acompañantes de fuga,
Greg Van Avermaet e Yves Lampaert le habían dejado la tostada.
Potencia, sangre fría y
decisión, fueron los tres ingredientes de la receta utilizada por el alemán
para vencer a las piedras del norte de Francia, demostrando ser un campeón más
que digno de esta mítica prueba.
Zdenek Stybar y Greg Van
Avermaet 2º y 3º respectivamente completaron el pódium.
Durante el transcurso de
esta carrera millones de espectadores de televisión vimos como varios
participantes se saltaban la señalización en un paso a nivel, una situación de
riesgo provocado por los propios ciclistas, lo mismo que denuncie los
despropósitos de los organizadores denuncio esta situación provocada por los
mismos interesados, para que los representantes de los propios ciclistas exijan
a unos y otros las más estrictas medidas de seguridad, incluso con sanciones en
caso de incumplimiento.
Con la Amstel Gold Race de
esta última semana se iniciaba el Tríptico de las Ardenas, campo de batalla del
ciclismo que en solo ocho días disputarían también la Flecha Valona y la
Lieja-Bastoña-Lieja.
Como no hay dos sin tres el
resumen de la clásica de la cerveza la tengo que empezar con otro colmo de una
racha de despropósitos que dejan en muy mal lugar a la seguridad ciclista: ¿Cómo es posible que un coche se cuele en dirección
contraria en una carrera como la Amstel Gold Race?. Gracias que iba
despacio y pudo apartarse en un lateral sin causar ningún percance. Pero la
imagen clama al cielo. Sé que a un loco imprudente es difícil controlar pero
hay situaciones de peligro que si se pueden eludir.
Despropósitos a un lado y
metidos en carrera, este año los organizadores de la Amstel Gold Race
aprovecharon el trazado del Mundial de 2012 en Valkenburg, para adaptar la
carrera y colocar la meta a 1,8 km de la cima lo que hacía que se alargase el
recorrido en 3 km con la emoción que podría darse de una llegada en solitario o
en una llegada en grupeta reducido después de coronar. Michal Kwiatkowski
sacudiéndose la maldición del arco iris, aplico la segunda opción para imponer
su potencia frente a Alejandro Valverde y a Michael Matthews.
Valverde acabó otra vez
segundo, como en 2013, y suma su tercer podio en Valkenburg, junto al tercer
puesto de 2008, ya eran once podios en el Triptico de las Ardenas, que después de
la Flecha y la lieja suben a 13 (3 en la Flecha Valona, con tres triunfos,
sumado el de este año) y (5 en la Lieja, con otras tres victorias, sumado ya el
primer puesto de este año).
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