Después
de las cancelaciones y aplazamientos debidos a la pandemia que ha dejado la
temporada atípica 2020, llega el período antes del inicio de la 2021 donde los
ciclistas se concentran para conocer a los nuevos compañeros y preparar la
nueva temporada. Como no hay mucha competición, es un tiempo de ojear libros,
revistas y visionar vídeos de temporadas anteriores.
En
estas lecturas vacacionales entre temporada y temporada me encuentro con una
sorprendente noticia que me dejo algo descolocado y me da que pensar, ya que desconocía tal noticia.
El
titular decía “Cinco gregarios de Miguel Induraín mueren antes de cumplir los
60 años”.
La
noticia fue algo que me llamó poderosamente la atención a pesar de publicarse
discretamente.
El
primero fue José María Jiménez, que nadie se ofendan
por considerar “gregario” a un escalador tan
talentoso como el Chava, pero hay que recordar que su
debut profesional fue en 1992 y que hasta 1997 no pasaba de ser un actor
secundario. Precisamente el año anterior había
formado parte del equipo con el que Induráin intentó sin éxito su sexto Tour de
Francia.
A
partir de ahí, la carrera del Chava Jiménez fue un ascenso meteórico; casi de forma inmediata le
arrebató a Abraham Olano el título de nuevo jefe del equipo, quedó octavo en el
Tour, tercero en la Vuelta (en la que ganó cuatro veces el maillot de líder de
la montaña), logró proclamarse campeón de España en ruta y
ganó innumerables etapas y carreras cortas. Pero en 2002, con solo 31 años,
dejó de competir como consecuencia, según los médicos, de una depresión y una embolia acabó con su vida en diciembre de 2003. Con
el ídolo de El Barraco no solo se marchó un joven, sino
también el ciclista más carismático de su generación.
El segundo fue Dominique
Arnaud, murió el 20 de julio de 2016 a los 60 años
víctima de un cáncer en el hospital de
Dax, pocos días después de que el 14 de julio su pueblo natal de Mées le
rindiera un homenaje. Corrió
11 veces el Tour de Francia y siempre al servicio de los mejores, de los
grandes, de los que triunfaban en los Campos Elíseos, como Bernard
Thévenet, Bernard Hinault, Greg
Lemond, Pedro Delgado y Miguel
Induráin, victorias que no habrían logrado de no contar con
gregarios de oro, de platino y diamantes como era Dominique
Arnaud, el gregario que los impulsaba en el llano, que
aceleraba en los terrenos de media montaña y al que no se le caían los anillos
para ir a buscar bidones al coche del director y evitar, de este modo, un
agotamiento extra a los jefes.
El tercero fue Armand de las Cuevas, que debutó con 21 años en el Reynolds de 1989. En la vida deportiva de Miguel Indurain, Armand de las Cuevas fue uno de esos nombres que se escribe con letras mayúsculas. Le apodaban 'el Gitano', porque era un eslabón libre y distinto que le tocó asistir a la eclosión de un fenómeno, Miguel Induráin.
De personalidad única, en el recuerdo siempre me queda la
histórica contrarreloj de Luxemburgo que le permitió ser segundo, por delante de Bugno,
Lemond y compañía.
El gregario rebelde de
Indurain murió con 50 años, no quiso esperar
a que llegara su hora y se suicido en la Isla de Reunión
(Francia), donde se refugió después de dejar el ciclismo en busca de la calma
que necesitaba su carácter volcánico.
No
quiero especular con los motivos de su decisión. Equivocado o no, fue un tío de
férreas convicciones que vivió más rápido que sus pedaladas.
El
cuarto fue Jesús Rodríguez Magro, otro de los gregarios de Indurain en el Tour
de 1991, falleció víctima de un infarto tras una
súbita indisposición a los 58
años dos meses después de De las Cuevas, dicen que por estar muy gordo y llevar
un estilo de vida poco saludable.
El
“Pájaro” fue parte del equipo Reynolds que ganó
el Tour de Francia con Pedro Delgado en 1988 y también
junto a Miguel
Indurain.
Víctima de otro infarto el quinto gregario de Miguelón que se muere a los 54 años fue Fabrice Philipot. Su historia es harto curiosa del tiempo que
le tocó vivir. Pasó a profesionales con 23 años en el Toshiba, y el equipo lo
llevó al Giro 88 que iba a ganar su superestrella Bernard: ganó tres
etapas y abandonó por una caída, pero Philipot superó la etapa del Gavia y
acabó su primera grande, en su primer año.
El
Toshiba era una cueva del dopaje preEPO: como sucesores de La Vie Claire no
tenían problemas en tener en plantilla a Kim Andersen, a gente como Madiot del
que Bruyneel dijo que lo vio picándose en vena en plena carrera, una práctica que ya expuso Kimmage en su libro.
Philipot, era un todoterreno potente, y con un rol de hombre de equipo asumido, estuvo en los dos primeros tours de Induráin. Importante fue su trabajo en la 17ª etapa de 1991, con final en Alpe D Huez, y donde trataron de escaparse Bugno, Chiappucci y Fignon.
Memorable tambien fue el enfado que se cogió en el Giro de
1993, que arrancó en Portoferraio, en la isla de Elba, dos etapas de calor
espectaculares. Philipot no llevó gorra, sufrió una terrible insolación que le
obligó a retirarse en la sexta etapa.
En su
segundo año Philipot tuvo su mejor año: segundo en la Lieja, una etapa del Midi
Libre, cuarto en Dauphiné, y mejor joven del Tour, a pesar de acabar en el
puesto 24º, porque ese Tour es para muchos el mejor de la historia.
Después de su retirada se dedicó a labores agrícolas por lo
que hacia
mucho tiempo que se había desvinculó del ambiente y nadie tenía idea de dónde
estaba. La noticia se publicó discretamente en un medio local de su pueblo, sin mención alguna a ninguna
enfermedad ni patología previa, ni siquiera con esos eufemismos de “tras una
larga enfermedad”, “cáncer”, “una vida de lucha”, "pobre", o alusiones leves a
su cordura o una reciente ruptura “suicidio”, que es cómo se manejan
habitualmente los medios de comunicación en esos trances.
La
noticia de su muerte no tendría mayor transcendencia de no ser porque es el
quinto gregario de Indurain que muere a edad muy temprana.
Todo me
parece muy, pero que muy raro, pero no hay que extrañarse, en esa época hay mucho claro oscuro que habría que investigar, pero esto es ciclismo y las
casualidades de este tipo siempre han pasado y seguirán pasando.
Espero y deseo que la maldición de aquel
histórico Banesto de Miguelón y Perico se termine.