LOS SIETE TOURS DE LANCE ARMSTRONG |
Me cuesta tener que opinar sobre el tema del dopaje en el ciclismo, porque si dijese lo que pienso posiblemente seria “políticamente incorrecto”, pero la actualidad manda y no me queda más remedio.
Lance Armstrong, el mejor ciclista de todos los tiempos, hace un mes, en plena disputa de la Vuelta Ciclista a España tiraba la toalla y anunciaba que renunciaba a su derecho a un arbitraje para defenderse de las acusaciones de dopaje de la agencia estadounidense (la USADA), lo que significaba la suspensión automática para el deporte federativo de por vida. La USADA proponia también la anulación de todos sus resultados, lo que supondría la descalificación de los siete Tour de Francia que había ganado consecutivamente desde 1999 a 2005. Esto último todavía depende del refrendo de la UCI, pero lo normal es que se aplique el Código Mundial de la AMA y se lleve por delante el palmarés del americano.
Si Lance Armstrong se dopó o no, es posible que nunca lo sepamos con certeza, aunque sea sancionado. Quedará un campeón más, destruido en un arroyo de un ciclismo podrido, con una situación de que alguno de sus Tours pasen a manos de ciclistas que si han sido sancionados por dopaje como pueden ser los casos de Jan Ullrich o Iván Basso. Hubo incluso, quien como Bjarne Riis, ganador del Tour de 1996, declaró años después que ganó la ronda francesa dopado, pero no se le retiró el título porque su falta había prescrito a los ocho años. En el caso de Armstrong en cambio, la USADA considera que al tratarse de un dopaje continuado durante su carrera, no hay prescripción y su sanción podría afectar a lo conseguido a partir del 1 de agosto de 1998.
Catorce años después, pretender homologar el pasado con los cambios del futuro, sea por modificaciones en la legislatura deportiva o por los avances en los métodos de detección, en el caso de la lucha antidopaje, conduciría al ciclismo a un estallido de locura.
El caso por el que se pretende sancionar a Lance Armstrong es un claro ejemplo de revisionismo. La legitimidad de sus siete Tour de Francia, no la establecen nuestras opiniones, ni la de los expertos más o menos implicados, sino el cumplimiento de las normas. Lo demás forma parte del debate, que en ocasiones es demasiado contaminante.
La Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA), después de un largo proceso admite haber reunido pruebas concluyentes para probar un dopaje sistemático durante su vida deportiva, basados en su mayoría, por testimonios de ex compañeros del ciclista, en algunos casos también sancionados y que podrían haber obtenido beneficios por su colaboración en esta lucha. La mayoría de legislaciones estatales, así como el Código Mundial Antidopaje, lo contemplan, por lo que convendría ser cautos, sobre todo si los cargos se basan totalmente en testimonios de ciclistas sancionados. Espero que la ya famosa USADA tenga más pruebas para haber llevado adelante el proceso. Estaremos a la espera de conocerlas en su totalidad.
A la USADA no le corresponde desposeerle de sus siete Tours, sino a la UCI, por lo que el caso podría terminar en el TAS, si recurriera una de las partes, aunque la primera decisión del ciclista ha sido negarse al arbitraje. Posiblemente Lance Armstrong haya decidido plantear una batalla distinta, que será deslegitimar al sistema que lo pretende deslegitimar. De esta forma, traslada a los organismos deportivos la dura decisión de desposeerle de títulos no sólo sin haber dado positivo, sino sin haberse defendido. Más allá del pulso deportivo y jurídico, lo que plantea Armstrong, es un pulso fáctico desde su posición de ejemplo moral, por su lucha contra el cáncer. Una gran e interesante estrategia.
Pase lo que pase, siempre nos quedara un extraño regusto, con la sensación de que el remedio fue tan malo como la enfermedad. Para el Tour perder siete años de su historia tiene que ser muy duro, pero mucho más duro es ver desaparecer un icono mundial de la lucha contra el cáncer, de la vida social estadounidense y de tantas cosas más.
A cambio seguiremos teniendo un palmarés con su credibilidad en entredicho y un ciclismo que sigue en el mismo punto donde lo dejó la ministra francesa que destapó el caso Festina en el Tour de 1998.
Ha pasado más de un mes desde que la USADA decidiera sancionar a Lance Armstrong y todavía sigue buscando pruebas contra él. La propia UCI se confiesa preocupada por el desarrollo del caso, mientras sigue esperando recibir la documentación. Pero como esa documentación no acaba de llegar, prefiere hacer caso omiso del dopaje del pasado y abandona la idea de una amnistía o comisión de la verdad y la reconciliación para los ciclistas que tomaron sustancias dopantes en el pasado.
En su congreso anual, la UCI adoptó una resolución para pedir al órgano de gobierno hacer frente a casos de dopaje actuales y hacer caso omiso de los intentos de aprovechar comercialmente los aspectos dolorosos del pasado “Tenemos que concentrarnos en el deporte de hoy en día y no tanto en el pasado”, “no hay razón para continuar con la práctica de volver a examinar el dopaje del pasado, entonces indetectable, y estigmatizar el deporte de las generaciones más jóvenes, ahora que la situación ha mejorado considerablemente gracias a los esfuerzos continuos de la UCI”. Sin embargo, el organismo anuncio que “impondrá las sanciones apropiadas” si sus abogados encuentran en el informe de la USADA (cuando lo reciban), argumentos sólidos y limpios.
Me parece muy extraño que la USADA siga reuniendo pruebas contra una persona después de haberla encontrado culpable. Sea como sea, el propio Gobierno Francés pide que se le retiren los Tour y la mayoría de los franceses queriendo proteger el Tour como patrimonio nacional están con la ministra.
El viernes pasado, otro ex dopado confeso como David Millar, lanzó otra bomba contra el ciclismo y concretamente contra nuestro Miguel Induráin, al insinuar que el navarro se dopó en alguno de los Tours que ganó. Aportando como única prueba su solo testimonio.
CONCLUSIÓN: Tan vez Lance Armstrong le diese a la EPO, tal vez Alberto Contador se pasó con el clembuterol, tal vez Froyd Landis aprendió demasiado bien los efectos de la testosterona, tal vez Marco Pantani se excedió al subir el nivel de hematocrito, tal vez casi todos quisieran no tener que apoyarse en algo que ellos llaman recuperantes.
Pero a pesar de todo, el ciclismo lo aguanta todo.