Hoy hace nueve días, que 176
ciclistas iniciaron la aventura del Tour de Francia, esa carrera enorme y bella
que cada mes de julio cruza Francia de punta a punta y cambia el ritmo vital de
millones de aficionados de todo el mundo.
El más importante evento
deportivo iniciaba su aventura entre cunetas abarrotadas como corresponde a una Francia ociosa y vacacional y bajo la
atenta vigilancia de un Sky que, sin
maillot amarillo todavía entregado a ciclista alguno, ejercía como si Chris
Froome, su controvertido dorsal número
1, vistiese la codiciada prenda.
Pero el Tour es el Tour y
ni los más experimentados se libraron en esta primera etapa de la mala suerte
que acecha tras cada curva. Primero fue Froome el que, salió volando para
aterrizar en la cuneta y poco después, era Nairo Quintana el que, debido a un
pinchazo, perdía contacto con el grupo principal que hizo que se viviesen
momentos de muchísimos nervios que, eso sí, no afectaron en absoluto a un Quick
Step organizadísimo que lanzo de forma inmejorable a un Fernando Gaviria que
supo mantener a raya a Peter Sagan para llevarse el triunfo y el liderato en el
día de su debut en la Gran Boucle.
En la segunda etapa se
demostró que la polémica reducción del pelotón desde esta temporada no evitaría
las caídas. Si en la primera etapa vimos al ilustre Froome dar con sus huesos
en la calzada, en la segunda, lamentablemente para el ciclismo español la
desgracia se cebo con Luis León Sánchez y quizás con el escarabajo colombiano
Gaviria que perdió su maillot amarillo por otra montonera en una curva dentro
de la zona de seguridad de los tres kilómetros finales. Da igual 198 que 176
cuando las velocidades son altas, las fuerzas están intactas, la tensión es
máxima, la carretera se estrecha a base de rotondas o las carreteras comarcales
están plagadas de curvas y contra curvas. La prueba es clara. Dos etapas fueron
suficientes para echar abajo la teoría de la seguridad por ser menos
corredores.
Y como suele pasar en
estos casos, el eslovaco Peter Sagan siempre suele ser el más listo. Por eso
tras la segunda etapa salió como el nuevo líder del Tour de Francia después de
habérsela ganado a un selecto grupo donde Colbrelli intento lo imposible y
donde Alejandro Valverde firmaba su primer Top 10 parcial.
En la contrarreloj del
lunes el BMC volvía a ser el mejor en la disciplina más exigente del ciclismo
profesional por la agonía extrema desde el primero al último metro.
Tras esta victoria Greg
Van Avermaet se vestia de amarillo, siendo así el tercer líder en tres días de
competición.
El Sky de Froome, el Quick
Step de Jungels, el Michelton de Adam Yates y el Sunweb de Dumoulin no se
quedaron lejos, ya que los cinco terminaron en apenas 11 segundos. El Movistar
con sus tres gallos acabo décimo a 53 segundos, lo que les alejaba un poco más
del tan ansiado maillot amarillo. Pero esto acababa de empezar, por lo que
todavía quedaba una buena rista de aventuras y cambios de todo tipo.
En la cuarta etapa
disputada el martes, tocaba cierta relajación como era normal, solo al final de
esta monótona etapa el pelotón aceleró como es norma y fue cuando el Quick Step
Floors asumió la caza en primera persona y todos sus hombres se pusieron a
tirar como locomotoras desenfrenadas cuando faltaba 20 kilómetros para la línea
de meta, pero la carretera estrecha y
traicionera no ayudaba a que el Quick Step recibiera mucha ayuda por parte de
otros equipos.
Con los miles de
aficionados que se agolpaban en las cunetas impidiendo ver la distancia de los
escapados que aun mantenían 25 segundos de ventaja, en el pelotón se producía
el susto del día. Caida en la parte delantera del pelotón y enorme montonera.
El recuento de daños dan un rápido parte: Mikel Landa, cortado. Rigoberto Uran,
cortado. Ilnur Zakarin, cortado. A causa de ese desconcierto hay un pequeño
parón que enseguida hace reaccionar al Sky, sabedor de que podían hacer daño a
Urán y al resto, pero el escarabajo colombiano y el vasco pudieron contactar de
nuevo sin excesivos problemas.. No así el ruso, que ha sido el más damnificado,
en cuanto a los favoritos.
Neutralizada la fuga a
falta de sólo un kilómetro para el final, era el momento de lanzar el sprint. De
nuevo Sagan agazapado a la rueda de Gaviria. Greipel, por su cuenta, trataba de
sorprender, pero el escarabajo incluso sin su mejor lanzador, volvió a
demostrar que ha llegado a este Tour para reivindicarse como el sprinter
dominante de esta nueva generación sumando así su segundo triunfo en esta
edición. Hoy el maillot amarillo no cambiaba de manos y Grag Van Avermaet del
BMC seguiría siendo su dueño.
La 5ª etapa del miércoles
era más quebrada que las anteriores y con un desenlace tenso y nervioso que
debido al último kilómetro final con casi un 5% de desnivel dejó fuera a los
velocistas.
Para los que tenían dudas
sobre las prestaciones de Peter Sagan, el eslovaco las disipó ya antes cuando
su equipo el Bora se dedicó a abortar la fuga y cuando el maillot verde remató
con su habitual calidad en la rampa final, firmando de esta forma su segunda
victoria en el Tour 2018, la décima en sus participaciones en la gran ronda
francesa y la 111ª de su carrera profesional. El tricampeón del mundo en la
empinada llegada de Quimper dejaba atrás a Colbrelli y a Gilbert. Valverde
quiso pero no pudo.
La 6ª etapa de este Tour
de Francia nos regalaba la siempre bonita llegada al Mür de Bretagne, uno de
esos puntos que no deciden una carrera de tres semanas, pero que si permite
sacar unas primeras conclusiones que, en realidad, no son más que eso: impresiones tempraneras.
La primera semana del Tour
siempre guarda trampas, sustos y a veces esos sustos lo provocan cosas
absolutamente incontrolables, como por ejemplo el viento que cuando sopla de
costado y con los equipos metidos en carrera como el Quick Step, con la
inestimable ayuda del BMC del líder y los Sky de Froome pueden provocar
momentos tremendamente tensos y más faltando cien kilómetros a meta. Nada más
que el viento lateral lo permitió aparecieron los abanicos en los que varios
gallos de la general, entre ellos Nairo y Landa se vieron cortados y obligados
a un inoportuno calentón extra para conectar.
Pero, las trampas están
donde uno menos se lo espera y eso lo vivió en primera persona Jakob Fuglsang,
que tuvo una avería a poco más de 20 kilómetros de meta viéndose obligado a
parar a todo el Astana en un desesperado intento por reintegrarse al pelotón.
Lo consiguió, no sin un más que llamativo tras coche de todo el equipo, justo
en el momento en el que el grupo principal afrontaba las primeras rampas del
Mür de Bretagne.
Mientras los favoritos se
miraban de reojo, Gaviria era de los primeros ilustres en verse incapaz de
seguir el ritmo del pelotón. Entre los gallos no era el momento de atacarse,
pero sí de ver con que carita subía cada cual para lo que pudiese venir
después. En este primer paso nadie quiso moverse.
A falta de 6 kilómetros y
con las espadas en alto, la carrera sufrió otro sobresalto con los pinchazos de
Tom Dumoulin t Romain Bardet. El francés se pudo rehacer rápidamente, aunque
perdió 26 segundos en meta, pero Dumoulin, que tiene que ser uno de los mayores
peligros para Froome, se vio peleando, junto a todo su equipo, contra la
locomotora del Sky, que leyó la carrera muy rápidamente colocando a todos sus
hombres al frente para tratar de sacarle el mayor tiempo posible. Al final, fue
de 48 segundos.
Estos ataques desataron de
forma definitiva la pelea por la etapa y Dan Martin, pletórico, midió muy bien
sus esfuerzos y se alzó con un triunfo sorprendente ante todos los teóricos
favoritos, entre ellos Valverde que terminó tercero, volviendo a mostrarse
realmente en forma.
La 7ª etapa del Tour
disputada el viernes era la más larga de esta edición por lo que apenas hubo
interés y donde los protagonistas del gallinero se dieron un descanso competitivo
a la espera de etapas más propicias para dar el golpe definitivo. Solo a falta
de los 3 kilómetros finales y dentro de la zona de seguridad fue cuando ese
pelotón tranquilo que rozo la pasividad despertó de su letargo y que sirvió
para que Groenewegen se apuntase a la
lista de esa nueva generación de jóvenes velocistas.
Dylan Groenewegen que
supero a los mejores hasta ahora en los
sprints, Fernando Gaviria y Peter Sagan y el resto nada pudieron hacer ante la
potencia de este corredor de 25 años, ya tiene en su palmarés dos etapas del
Tour y diez en esta temporada.
La llegada masiva de la
etapa de ayer sirvió para que Groenewegen firmase su primer doblete consecutivo
en el Tour de Francia al ser el más rápido en la 8ª etapa superando de nuevo con soltura a Greipel y a Gaviria antes
de ser desclasificados por maniobres irregulares.
Hoy Greg Van Avermaet
salió nuevamente de líder en la etapa con final en Roubaix. Una etapa que
algunos auguraban como que sería un infierno, otros temían por los tramos
adoquinados y muy pocos ansiaban en una etapa del Tour de Francia. Pero el Tour
se corre en Francia y allí los adoquines son parte indisoluble del ciclismo. El
ganador del Tour tiene que ser el más regular en todos los terrenos y ahí
entran las piedras de los campos agrícolas tan venerados y respetados. El pavés
es estrés, tensión, destreza, suerte, polvo, tubulares pinchados, llantas
reventadas, curvas traicioneras, cuerpos magullados, rostros llenos de tierra,
maillots rasgados, corazones al borde de la taquicardia, ilusiones frustradas y
lágrimas incontenibles. El pavés atemoriza, esconde una amenaza en cada
pedrusco, pero también premia a los buenos equipos, como le ha ocurrido a
Movistar. Más allá de la desgracia de Rojas, el equipo español, de los más
críticos del pelotón con el recorrido, completó una etapa de sobresaliente. Valverde, Quintana y Landa encontraron
siempre el arrope de Erviti, Amador y Bennatti, tres gregarios que valen su
peso en oro. Asistieron a cada líder como era necesario y cuando era necesario
y en el tramo final propiciaron que Mikel Landa perdiera sólo siete segundos
tras caerse a falta de 32 kilómetros para la meta.
Hoy el pavés fue una tortura y a su
vez condescendiente con la mayoría de favoritos, sólo se cobraron una pieza
mayor, Rigoberto Urán,
víctima de una caída y un pinchazo casi consecutivos a 29 kilómetros de meta.
Su equipo, trabajó a destajo para minimizar daños, pero el colombiano se acabó
dejando minuto y medio en meta con los favoritos.
Y como no, el pavés también fue
felicidad. Conmovían las lágrimas de John Degenkolb, ganador al fin en el Tour tras cinco ediciones
disputadas. Lloraba como un crío pequeño, manchado de polvo y sudor, tras
superar en meta al aún líder Van
Avermaet y a Lampaert,
con los que se escapó a falta de 16 kilómetros.
Mañana primer día de descanso activo, el martes
empieza otra carrera.