domingo, 5 de abril de 2015

¿DOPAJE TECNOLÓGICO O VENTAJA TECNOLÓGICA?

El diario francés L´Equipe después de hablar con el ingeniero húngaro Itsvan Varjas acaba de denunciar en su edición del 2 de abril el uso de motores en las bicicletas. Según este especialista, los motores se usan desde 1998 y su evolución ha sido tal que no se detectan en la actualidad: “Son totalmente silenciosos e ilocalizables para los mecánicos. Disponen de distintas medidas de potencia y de mayor o menor autonomía”.
El L´Equipe especula sobre su ubicación en las bicicletas: desde los cuadros hasta, lo más probable, los bujes de las ruedas. Tendrían el tamaño de un stick USB y estarían conectados con el pulsometro de los ciclistas, por lo que entrarían en acción como una ayuda suplementaria cuando el corazón alcanza el umbral máximo de esfuerzo.
Istvan Vargas fabricante de estas bicicletas asegura que nunca ha vendido sus productos directamente a nadie del pelotón, pero que si lo ha hecho a través de gente en Mónaco, a un  precio que va desde los  100.000 a 150.000 euros, afirmando que si los aficionados tardaron una década en creer que se utilizaba EPO, tardaran más en creer en este dopaje tecnológico ya que hace 17 años que se están usando.
El diario francés a raíz de estas categóricas afirmaciones sospecha por los numerosos cambios de bicicletas durante las carreras, señalando en especial a Alberto Contador, Fabian Cancellara o Ryder Hesjedal. De Contador dice que los controles de bicicletas le ponen nervioso y que usó sus propias ruedas en las cronos del Tour de Francia de 2009. De Cancellara dice que le extrañaron las dos aceleraciones “artificiales” de 2010, en Flandes y Roubaix y de Hesjedal nos recuerda el extraño movimiento de la rueda trasera cuando se cayó en la séptima etapa de la Vuelta a España de 2014.
Este hecho muy reciente y que recuerdo perfectamente creó un gran revuelo en las redes sociales, sucedió durante la séptima etapa de la Vuelta a España cuando Ryder Hesjedal sufrió una caída. La bicicleta comenzó a dar vueltas sobre el asfalto, como si la parte trasera de la bicicleta tuviese un motor eléctrico.
Aquellas imágenes crearon mucho revuelo. El extraño movimiento que hizo la bicicleta daba que pensar, no siendo la primera vez que en el mundo del ciclismo se especulaba sobre la posibilidad de que algunas bicicletas llevaban dispositivos para recuperar la energía cinética producida durante el esfuerzo del ciclista.
Lo mismo que las ruedas de Contador, el propio ciclistas desvelaba en una entrevista publicada en La Gazzetta dello Sport en 2009 que se había tenido que comprar unas ruedas pagándolas de su bolsillo para la etapa contrarreloj del Tour porque el Astana no le garantizaba las mejores. Para mí no había las mejores ruedas. Así que aunque parezca increíble me las tuve que comprar yo”, explicaciones del Pistolero de Pinto.
En el caso de Cancellara se apreció una aceleración en su pedaleo cada vez que su mano derecha se apoyaba en una determinada parte del manillar. Ya en aquel entonces había quienes decían que era para activar el motor de su hipotética bici eléctrica y los que se reían apuntando a que sólo estaba cambiando de piñón. Todos estos casos vuelven a estar de actualidad.
La Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo ya advirtió de   esta amenaza de dopaje tecnológico y Brian Cookson, presidente de la Unión Ciclista Internacional afirma que se trata de un problema muy serio.
Es difícil identificar un deporte en el que la tecnología no haya tenido un gran impacto, ya sea a través de la equipación, del material, de la tecnología utilizada en los entrenamientos, de los análisis del rendimiento, o de la tecnología en las instalaciones y pistas. El problema surge cuando no todos tienen a mano los mismos recursos.
Según el Diccionario de la Lengua Española, el dopaje guarda relación con la administración de fármacos  o el uso de sustancias estimulantes con el fin de potenciar artificialmente el rendimiento del cuerpo del deportista.
Aquí está el dilema, el uso de estas bicicletas, como el casco aerodinámico en las pruebas cronometradas, aunque mejora el rendimiento final no supone una alteración del organismo del ciclista y, en consecuencia no debería tratarse de un dopaje sino de una ventaja tecnológica, de la que deberían tener opción todos por igual.
Que nadie me interprete mal, no estoy a favor de estas ventajas tecnológicas, lo mismo que tampoco estoy a favor del dopaje, la controversia es identificar a qué podemos denominar doping o ventaja tecnológica, si no se atajan se está abriendo una puerta para ir en una dirección completamente distinta que posiblemente pueda beneficiar a determinados equipos, generando una desigualdad entre los competidores de la misma manera que lo hace el uso de sustancias para aumentar la capacidad del cuerpo.
Fueron varios los casos de dopaje tecnológico que se vivieron en los últimos años, siendo sin duda alguna el más polémico el traje LZR Racer, usado en los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008 con el que se batieron 168 records mundiales gracias a sus partículas hidrofóbicas con el que estaban fabricados, lo que quiere decir que el traje usado por Michael Phelps entre otros, repelían el agua, asegurando una mayor velocidad. Su uso más tarde fue prohibido para otras competiciones como los Juegos de Vancouver en 2010.
El problema de prever el dopaje tecnológico no va ser fácil, en especial con el auge de los materiales tecnológicos.
 El asunto es que a medida que avanza el tiempo, la línea que separa la competición justa de la desventaja desleal es cada vez más tenue, de hecho, la Agencia Mundial Antidopaje señala que existe el llamado doping tecnológico que hace que el ciclista obtenga ventaja competitiva atentando contra el espíritu del deporte.
Lo cierto es que si no se toman medidas contundentes no habrá manera de prever que clase de tecnología vendrá, por lo que será difícil prevenir el dopaje tecnológico.
Lo natural se opone a lo artificial, siendo el dopaje tecnológico un artificio que ataca la lealtad deportiva dañando la sustancia misma del deporte.

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