El diario francés L´Equipe después de hablar con el ingeniero húngaro
Itsvan Varjas acaba de denunciar en su edición del 2 de abril el uso de motores
en las bicicletas. Según este especialista, los motores se usan desde 1998 y su
evolución ha sido tal que no se detectan en la actualidad: “Son totalmente silenciosos e ilocalizables para los
mecánicos. Disponen de distintas medidas de potencia y de mayor o menor
autonomía”.
El L´Equipe especula sobre su ubicación en las bicicletas: desde los
cuadros hasta, lo más probable, los bujes de las ruedas. Tendrían el tamaño de
un stick USB y estarían conectados con el pulsometro
de los ciclistas, por lo que entrarían en acción como una ayuda suplementaria
cuando el corazón alcanza el umbral máximo de esfuerzo.
Istvan Vargas fabricante de estas bicicletas asegura que nunca ha vendido
sus productos directamente a nadie del pelotón, pero que si lo ha hecho a
través de gente en Mónaco, a un precio
que va desde los 100.000 a 150.000 euros,
afirmando que si los aficionados tardaron una década en creer que se utilizaba
EPO, tardaran más en creer en este dopaje tecnológico ya que hace 17 años que
se están usando.
El
diario francés a raíz de estas categóricas afirmaciones sospecha por los
numerosos cambios de bicicletas durante las carreras, señalando en especial a
Alberto Contador, Fabian Cancellara o Ryder Hesjedal. De Contador dice que los
controles de bicicletas le ponen nervioso y que usó sus propias ruedas en las
cronos del Tour de Francia de 2009. De Cancellara dice que le extrañaron las
dos aceleraciones “artificiales” de 2010, en Flandes y Roubaix y de Hesjedal
nos recuerda el extraño movimiento de la rueda trasera cuando se cayó en la séptima
etapa de la Vuelta a España de 2014.
Este hecho muy reciente y que recuerdo perfectamente creó un
gran revuelo en las redes sociales, sucedió durante la séptima etapa de la
Vuelta a España cuando Ryder Hesjedal sufrió una caída. La bicicleta comenzó a
dar vueltas sobre el asfalto, como si la parte trasera de la bicicleta tuviese
un motor eléctrico.
Aquellas imágenes crearon mucho revuelo. El extraño movimiento
que hizo la bicicleta daba que pensar, no siendo la primera vez que en el mundo
del ciclismo se especulaba sobre la posibilidad de que algunas bicicletas
llevaban dispositivos para recuperar la energía cinética producida durante el
esfuerzo del ciclista.
Lo mismo que las ruedas de Contador, el propio ciclistas
desvelaba en una entrevista publicada en La Gazzetta dello Sport en 2009 que se
había tenido que comprar unas ruedas pagándolas de su bolsillo para la etapa
contrarreloj del Tour porque el Astana no le garantizaba las mejores. “Para mí no había las mejores ruedas. Así que aunque parezca
increíble me las tuve que comprar yo”, explicaciones del Pistolero de
Pinto.
En el caso de Cancellara se apreció una aceleración en su
pedaleo cada vez que su mano derecha se apoyaba en una determinada parte del
manillar. Ya en aquel entonces había quienes decían que era para activar el
motor de su hipotética bici eléctrica y los que se reían apuntando a que sólo
estaba cambiando de piñón. Todos estos casos vuelven a estar de actualidad.
La Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo ya advirtió de esta amenaza de
dopaje tecnológico y Brian Cookson, presidente de la Unión Ciclista
Internacional afirma que se trata de un problema muy serio.
Es difícil identificar un deporte en el que la tecnología no haya tenido un
gran impacto, ya sea a través de la equipación, del material, de la tecnología
utilizada en los entrenamientos, de los análisis del rendimiento, o de la
tecnología en las instalaciones y pistas. El problema surge cuando no todos
tienen a mano los mismos recursos.
Según el Diccionario de la Lengua Española, el dopaje guarda relación con
la administración de fármacos o el uso
de sustancias estimulantes con el fin de potenciar artificialmente el
rendimiento del cuerpo del deportista.
Aquí está el dilema, el uso de estas bicicletas, como el casco aerodinámico
en las pruebas cronometradas, aunque mejora el rendimiento final no supone una
alteración del organismo del ciclista y, en consecuencia no debería tratarse de
un dopaje sino de una ventaja tecnológica, de la que deberían tener opción
todos por igual.
Que nadie me interprete mal, no estoy a favor de estas ventajas
tecnológicas, lo mismo que tampoco estoy a favor del dopaje, la controversia es
identificar a qué podemos denominar doping o ventaja tecnológica, si no se
atajan se está abriendo una puerta para ir en una dirección completamente distinta
que posiblemente pueda beneficiar a determinados equipos, generando una
desigualdad entre los competidores de la misma manera que lo hace el uso de
sustancias para aumentar la capacidad del cuerpo.
Fueron varios los casos de dopaje tecnológico que se vivieron en los
últimos años, siendo sin duda alguna el más polémico el traje LZR Racer, usado
en los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008 con el que se batieron 168 records
mundiales gracias a sus partículas hidrofóbicas con el que estaban fabricados,
lo que quiere decir que el traje usado por Michael Phelps entre otros, repelían
el agua, asegurando una mayor velocidad. Su uso más tarde fue prohibido para
otras competiciones como los Juegos de Vancouver en 2010.
El problema de prever el dopaje tecnológico no va ser fácil, en especial
con el auge de los materiales tecnológicos.
El asunto es que a medida que avanza
el tiempo, la línea que separa la competición justa de la desventaja desleal es
cada vez más tenue, de hecho, la Agencia Mundial Antidopaje señala que existe
el llamado doping tecnológico que hace que el ciclista obtenga ventaja
competitiva atentando contra el espíritu del deporte.
Lo cierto es que si no se toman medidas contundentes no habrá manera de
prever que clase de tecnología vendrá, por lo que será difícil prevenir el
dopaje tecnológico.
Lo
natural se opone a lo artificial, siendo el dopaje tecnológico un artificio que
ataca la lealtad deportiva dañando la sustancia misma del deporte.
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