Esta
semana el mundo ciclista centró toda su atención en la Dauphiné, la carrera más
importante y prestigiosa previa al Tour de Francia y que sirve como último test
para muchos ciclistas de cara al Tour.
Tras
la emocionante primera etapa, con victoria por sorpresa de Peter Kennaugh en
Alvertville, los velocistas volvieron a tener su oportunidad en la segunda
etapa, que sin ser llana, dejó opciones a esos ciclistas rápidos.
El
recorrido de la segunda etapa tenía dos tachuelas importantes. Una de salida,
con un alto de segunda categoría y otra a mitad de etapa con un puerto de
primera, a partir de ahí, descenso tendido de casi cuarenta kilómetros hasta
Ambronay donde arrancaba un llano total de otros casi cincuenta kilómetros, terreno
suficiente para que los velocistas recuperasen el terreno perdido en las dos
subidas, como así fue.
La
velocidad y la valentía de esos hombres rápidos hizo que se impusiese uno de
esos favoritos en las llegadas masivas: Nacer Bouhanni se mostró imparable en
ese sprint masivo y con otros grandes favoritos como Samuel Dumoulin (2º), Sacha Modolo (3º),
Boasson Hagen (3º) o Luka Mezgec (10º). El británico Peter Kennaugh lograba
mantener el maillot de líder.
Tras
las dos primeras etapas de tanteo, la tercera, siguiendo la filosofía de la
Dauphiné de los últimos años, los ciclistas disputaron una contrarreloj por equipos que
hacía 35 años no se disputaba en la Dauphiné y que a la vez marcaba el inicio
de la verdadera carrera que junto con las etapas posteriores de alta montaña decidirían
el vencedor final. Por ello, la contrarrejoj no fue la etapa decisiva para la
general, aunque los 24,5 kilómetros marcaron las primeras diferencias entre los
favoritos.
La
victoria fue para el BMC, que vistió de líder a uno de sus corredores, el
australiano Rohan Dennis, con el mismo tiempo que su compañero Tejay Van
Garderen, que superaron por cuatro segundos al Astana de Vincenzo Nibali y en
cinco al Movistar de Alejandro Valverde, que llegó con el mínimo de cinco
corredores a la meta, pasaba a ocupar el noveno puesto de la general a cinco
segundos del nuevo líder.
Todos
los gallos que luchaban por la victoria final sabían que tenían que cuajar una
buena crono junto con sus respectivos equipos para no ceder demasiado tiempo y
así fue al final de esta etapa.
Después
de la contrarreloj por equipos, la cuarta etapa servía como de aproximación
hacia la gran montaña alpina. Una etapa que estaba marcada por ser la de mayor
kilometraje de toda la prueba con 228 kilómetros y con tres pequeños puertos
como máxima dificultad.
El
recorrido de esta etapa no mostro el poderío de los Alpes, que si aparecerá en
las próximas etapas y que no tendría descanso hasta el domingo cuando finalice
la prueba. Los primeros 100 kilómetros fueron relativamente cómodos con ligera
tendencia ascendente, a partir del avituallamiento situado en Mornans comenzaba
el encadenado de los dos primeros puertos. Tras coronarlos el terreno combinaba
descensos con ligeras subidas hasta llegar al último puerto situado a 13
kilómetros de la meta.
Una
etapa en la que los sprinters tendrían su última oportunidad, con el apoyo
incondicional de sus equipos ya que a partir del jueves aparecería la alta
montaña que ya no desaparecería hasta el final de la prueba.
Así
que ante el trazado de esta etapa los equipos de los sprinter controlaron muy
bien para que sus hombres rápidos tuviesen la posibilidad de victoria. No fue
fácil ni sencillo, ya que el puerto tan cerca de meta posibilito que hubiese
valientes que intentaron llevar su ataque al éxito, pero el desorden de los
escapados dio paso a una reagrupación general a falta de un kilómetro, donde
los hombres del Cofidis dejaron a Bouhanni en las primeras posiciones, que
arrancó en el momento justo para emerger con su maillot verde imponiéndose con
facilidad y sumar así su segunda victoria en esta Dauphiné y quinta de la
temporada. Su gran momento de forma le permite soñar con levantar los brazos en
el Tour de Francia, experiencia que aún no conoce. Rohan Dennis del BMC
continuaba líder de la general.
Después
de tres llegadas al sprint y una contrarreloj por equipos que marcó las
diferencias existentes hasta ese momento, con la 5ª etapa llegaba el primer
final en alto, llegaba la montaña y empezaría a tomar peso la carrera. Un
primer final en alto que supuso el primer gran test para los hombres de la
general. Pudimos ver quien aspira y quien no a ganar la carrera, también empezamos a sacar conclusiones de cómo llega
cada uno al Tour de Francia, dado que esta carrera será la última prueba que
corran la mayoría de aspirantes al maillot amarillo en París.
La
etapa constaba de cinco puertos puntuables repartidos a lo largo de los 161
kilómetros, dos de tercera, dos de segunda y uno de primera, esta etapa fue la
primera oportunidad de los favoritos para mostrar sus credenciales de cara a
alzarse con la clasificación general. Hombres como Nibali, Froome, Wilco Kelderman
Y Romain Bardet trataron de desafiar a Tejay Van Garderen y al líder Rohan
Dennis, integrantes del BMC y que habían salido reforzados tras ganar la
contrarreloj por equipos.
El
gallinero estaba revuelto en la fiesta de los grandes gallos, la llegada a Pra
Loup, meta de esta quinta etapa y primera de las cuatro llegadas en alto
consecutivas que se sucederían en esta carrera hacían presagiar una lucha sin
cuartel. En toda pelea de gallos siempre hay un vencedor, en esta ocasión el
que se llevo el gato al agua fue Romain Bardet, sexto en el pasado Tour que dio
toda una exhibición con un ataque a 22 kilómetros, no consiguió la ventaja
suficiente para enfundarse el maillot amarillo, pero se colocaba tercero en la
general a 20 segundos del nuevo líder.
El
escalador francés atacó en los últimos metros de la cima a Allos, lanzándose en
solitario en el descenso, logrando abrir hueco para rematar en la misma cima
donde Eddy Merckx cedió el maillot amarillo del Tour de Francia de 1975 a
Bernard Thévenet, el Caníbal no volvió a vestirlo jamás. Bardet aventajo en 36
segundos a Van Garderen, nuevo líder y en 40 segundos a Chris Froome, que
remató el trabajo del Sky con un ataque marca de la casa, duro y seco, con la
mirada fija en el potenciómetro. Sólo el nuevo líder y Beñat Intxausti, que
apura aquí su buen golpe de pedal del Giro, no sin sufrimiento, pudieron seguir
su estela, siendo remachado al final por Van Garderen. Cuarto a 42 segundos
entraba Intxausti que ascendía al segundo puesto de la general, a 17 segundos
de Van Garderen.
Vincenzo
Nibali, otro de los grandes favoritos al Tour y que corre esta Dauphiné, no
resistió los ataque de los otros gallos y llegó a 1:53. Jean Christophe Péraud,
segundo el año pasado en los Campos Elíseos, desapareció a casi once minutos.
Ya dije que la Dauphiné es siempre un buen termómetro cara al Tour, pero ojo,
no es el definitivo. El próximo 22 de julio, muchos de estos mismos
protagonistas se volverán a ver las caras en este mismo escenario. Segurísimo
que ese día será otra historia.
La
sexta etapa transcurrió entre Saint Bonnet en Champsour y Villard de Lans en
Vercos, una estación de esquí que vio ganar dos veces a Pedro Delgado en el
Tour de Francia de 1987 y 1988. Fueron 183 kilómetros plagados de puertos, sin
terreno para el descanso y que con la presencia de la lluvia hizo que la etapa
fuese movida.
Vincenzo
Nibali pronto dejo entrever sus intenciones cuando se metió en un corte en el
km. 33, aunque después se dejó caer, pero después de la subida a Grimone, un
puerto de 3ª, a más de 100 kilómetros a meta y con el Rousset de 1ª a 51 km.,
el tiburón de Mesina lanzo otro ataque que al principio nadie respondió, pero
que poco después fue cazado por Alejandro Valverde, Rui Costa, Tony Gallopin y
Tony Martin, un quinteto con pedigrí que ya no ralentizaron el espectáculo
hasta el final.
A
falta de 51 km., por la cima del Rousset pasaban en cabeza el trío formado por
el Tiburon Nibali, el gallo Valverde y el Campeón del Mundo en Ruta 2013 Rui
Costa con tres minutos de ventaja sobre el pelotón donde transitaba el actual
líder, un tiempo que daba el liderato virtual a Valverde. En la bajada
volvieron a enlazar el dúo de los Tonys, Galopin y Martin, aunque este después
de haberse marcado un etapón, como de costumbre, terminaría por quedar
descolgado a falta de 21 km. La victoria
era cosa del póker de ases.
De
los cuatro, Tony Galopin era el peor situado en la general, situación que
aprovechó para arrancar a falta de cuatro kilómetros. El trío restante se
quedaron mirando, ejerciendo un marcaje férreo, pero el Tiburón que todavía
guardaba reservas, espero su momento para arrancar a falta de kilómetro y
medio, Valverde no pudo responder, mientras el Tiburón se comía a Galopin y se
marchaba en solitario. Todo hacía presagiar que iba a ganar ya que solo faltaba
medio kilómetro. Pero como no se puede vender la piel del zorro antes de
cazarlo, apareció Rui Costa, fuerte, oportunista y astuto como ya hiciera en el
Mundial de 2013 con “Purito” Rodríguez, le birló la etapa a Nibali que a pesar
de no haber ganado se enfundó el maillot amarillo. Tercero entro Valverde, que
pasaba a ocupar la misma plaza en la general a 30 segundos. Froome entraba
noveno con Beñat Intxausti a 2:12 que pasaba al sexto lugar de la general a 57
segundos, mientras Froome ocupaba la séptima plaza a 1:21. El mensaje de Nibali
a sus rivales del Tour había sido captado por Froome.
Tras
dos apasionantes etapas montañosas en los Alpes y tras la exhibición de Nibali,
la esperada respuesta de Chris Froome tenía que aparecer. Al capo del Sky ya se
le había visto algo, pero era evidente que tenía muchas cartas en la manga, y
vaya si las tenía.
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