Mikel Landa mostrando su calidad con dos etapas y el tercer puesto de la general del Giro de Italia 2015 |
Apenas
terminado el Dauphiné, se pusieron en marcha la Vuelta a Suiza y la Ruta del
Sur, carreras que en este mes de junio sirven para ir afinando las piernas y
que suelen dejar algunas pistas de cómo están los gallos e incluso sus segundos
espadas de cara a la cita más importante del año como es el Tour de Francia.
La Dauphiné,
es una carrera que plantea escenarios parecidos o incluso calcados (la etapa de
Pra Loup, por ejemplo), en esta carrera hemos visto pelear a dos de los cuatro
principales candidatos a coronarse en los Campos Eliseos: Chris Froome y
Vincenzo Nibali. De la actitud de ambos en carrera, ya se han podido sacar algunas
conclusiones.
El primero ya
enseño sus cartas, hizo lo que ha querido y cuando ha querido, demostrando un
estado de forma excepcional y presentando su candidatura firme para la ronda
francesa, domino todas las etapas de montaña, dejando en entredicho a otros
teóricos rivales, como Nibali e incluso al segundo del Movistar Alejandro
Valverde, o han escondido sus cartas de forma magistral, o simplemente están a
años luz del británico en cuanto la carrera se empina hacia el cielo.
Hoy en día las
jerarquías están claras y las funciones de cada ciclista dentro del equipo
también, pero en los últimos años se han dado casos donde los gregarios ha sido
superiores a su líder, y lo han demostrado claramente, ya fuese en la alta
montaña o en las etapas más importantes de la carrera.
El último caso
lo acabamos de ver en el Giro de Italia de este año, Fabio Aru y Mikel Landa
trastocaron los planes del Astana en la tercera semana de carrera, y es que la
forma física de los ciclistas es lo único que los equipos ciclistas no pueden
controlar cuando buscan el máximo rendimiento de uno de los suyos.
En la
preparación de los objetivos de la temporada, se puede controlar el volumen de
entrenamiento, la intensidad, el número de series que se adapta a cada uno de
los ciclistas y las sesiones de recuperación, apoyada toda esa teoría y
práctica en una buena comunicación entre entrenador, manager y el propio
ciclista de forma diaria. Todo esto se puede prever, menos la forma física del
ciclista. En el ciclismo moderno de hoy en día se puede controlar casi todo,
menos el mecanismo que permita, de forma totalmente segura, llevar a un
ciclista a la salida de una gran Vuelta al 100%, por mucho que el propio
ciclista y sus compañeros lo corroboren.
Se puede
llegar bien de forma, pero no al 100%, lo mismo que se puede llegar pasado, si
se ha hecho una temporada muy alegre, muy competitiva y con muchos días de
competición. El ciclista llegue como llegue seguro que aguanta los 21 días de
continuo esfuerzo sin problemas, dando la cara en cada etapa y sin mostrar
síntomas de fatiga en la tercera semana. Pero también cabe la posibilidad de
verle pagando sus excesos o desfallecimientos en alguna etapa importante,
incluso lo podemos ver perder las opciones de la general. Pero en este último
caso es cuando surge la figura del segundo espada.
La figura del
gregario, candidato a gallo de corral, tiene dos funciones dentro de una
carrera de tres semanas: proteger a su líder, asegurarle el mínimo esfuerzo en
los días menos importantes para ayudarle en las jornadas claves, ser la segunda
opción del equipo si su líder falla y salvar así al equipo.
Ya se dieron
algunos casos en las últimas grandes vueltas. Líderes con un mal rendimiento y
sus equipos al borde de la decepción encontraron en el segundo espada al líder
que necesitaban y que no habían visto ni entraba en sus objetivos antes de empezar
la temporada.
Una prueba de
lo que digo la vimos en el Giro de Italia de 2011, uno de los más duros de los
últimos años y al cual acudió el Euskaltel Euskadi con Igor Antón como líder y
con la general en su mente y Mikel Nieve, de gregario en busca de etapas y de
ser el último hombre en las etapas decisivas de montaña. La carretera puso a
cada uno en su sitio. Igor Antón no aguantó la presión de ser uno de los
favoritos y cedió en la semana clave de la carrera. Dijo adiós a la general
tras ganar, de forma soberbia, en la cima del monte Zoncolan, pero que lo pagó
en la que fue la etapa reina de aquella edición camino de Gardeccia.
Mikel Nieve ganó la etapa reina del Giro de Italia 2015 de forma brillante |
Más de 60
kilómetros de ascenso en total sirvieron para hacer la malla (separar el grano
de la paja), entre aquellos que osaban arrebatarle la maglia rosa a Alberto
Contador. La Marmolada fue la tumba de Antón, se le hizo demasiado largo. Pero
para el equipo no estaba todo perdido ya que Mikel Nieve se había metido en la
fuga y tenía opciones de ganar, claro que por delante tenia a todo un pata
negra como Stefano Garzelli, que busco exhibirse y se topo con un gallito con
muchos espolones llamado Mikel Nieve que durante la escapada le hizo madurar.
Nieve calculó su distancia y atacó a Garzelli en el inicio de Gardeccia, a cinco
kilómetros del final. En una etapa por los Dolomitas, con muchos cadáveres, el
veterano italiano también sucumbió al ímpetu del vasco. Ni se levanto del
sillín cuando vio a Nieve pasar por su lado. Bastante tuvo Garzelli con llegar
segundo a meta, a solo unos pocos segundos de ventaja de los primeros de la
general (Contador y Michele Scarponi), que venían por detrás con hambre de
bonificaciones. A partir de ahí, Antón fue a menos y Nieve siguió peleando en
las últimas etapas por perder el menos tiempo posible. Nadie duda que el
Euskaltel fue el protagonista de aquel Giro, aunque no por la excelente
clasificación de sus dos mejores hombres en la general.
Otro de estos
casos se dio en la Vuelta a España también del 2011.
El Sky, tras
el abandono de Bradley Wiggins en la séptima etapa del Tour de Francia empezó a
pensar en la Vuelta a España, la única y última oportunidad para salvar la
temporada del equipo. Con Wiggins venia Chris Froome, a quién el Sky había
reservado para que fuese el líder, pero Brailsford cambió de planes y se
presento con el dúo Wiggins-Froome, dispuestos a arrasar en la montaña y
llevarse la general.
El largo
trazado de la crono de Salamanca iba a deparar varias sorpresas. El
sorprendente rendimiento de Froome que le llevó a vestir por primera vez el
liderato de una gran Vuelta y el pequeño desfallecimiento de Wiggins en los
últimos kilómetros. Pese a ello, las tornas no iban a cambiar dentro del
equipo: Wiggins seguiría siendo el líder y Froome el segundo espada y el último
gregario en la montaña. Una montaña en la que iba a volver a destacar Froome
para, esta vez sí, reivindicarse como el más fuerte de los dos, aunque ya
tarde.
El Angliru, la
última etapa de alta montaña y una de las últimas de la Vuelta, se produjo el
cambio de roles.
En el Angliru,
lo mismo que en el Zoncolan o el Mortirolo, la rueda de un rival no sirve para
ir más cómodo, en esos puertos no hay otra estrategia: o
estas fuerte y vas hacia delante o no tienes tu día y te puede caer una
minutada. Juanjo Cobo aquel
día, era de los que iban fuertes, un serio y lejano ataque puso en jaque a
todos sus rivales, hundiendo al Wiggins maillot rojo que intento seguirle.
Froome se quedó a esperarle para tirar de él y que se desgastase lo menos
posible. Quedaban aún seis kilómetros hasta la meta y el líder del Sky iba a
menos, mientras su gregario seguía con su cadencia, aparentemente tranquilo
incluso en las duras rampas del 12%.
En la Cueña
les Cabres, donde se maximizan las rampas que llegan casi al 25% de desnivel,
fue donde Wiggins dijo basta, inmediatamente Froome salió disparado a por Cobo,
pasando motos, coches, atravesando la espesa niebla y entre los aficionados que
inundaban las estrechas cunetas de la recta más famosa del puerto.
El más de un
minuto que le sacaba Cobo de ventaja, en meta Froome perdía 45 segundos;
Wiggins 1:20. Con el cambio de líder de la general aquel día, también cambio de
líder el Sky, para intentar en la última etapa de montaña, con final en Peña
Cabarga recortar a Cobo los 20 segundos de margen. El gregario del Sky perdió
aquella Vuelta por trece segundos, aquellos que podría haber recortado de
haberse desprendido antes de la Cueña les Cabres de Wiggins.
La temporada
2012 antes del mes de julio vio ganar a Bradley Wiggins la París-Niza, el Tour
de Romandía y la Dauphiné, poniéndole en la parrilla de salida del Tour de
Francia como el máximo favorito a subir a lo más alto del pódium en los Campo Elíseos.
Chris Froome se mostró claramente superior a Wiggins tanto el la Vuelta a España de 2011 como en el Peyragudes del Tour de Francia de 2012 |
A su lado, de
nuevo Chris Froome, como último gregario de aquel equipo de ensueño y pensado
para ganar aquel Tour. La calma, la táctica, la forma física de gregarios como:
Richie Porte, Michael Rogers o Christian Knees, el trazado y la escasez de
grandes rivales hicieron que el Sky ejerciera una dictadura total.
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