La semana pasada saltaba
la noticia: El Pistolero de Pinto se retira.
Atrás se quedan 15 años en la elite del ciclismo mundial, 77 victorias como
ciclista profesional y sobre todo nos deja la retina llena de cabalgadas y
duelos de leyenda, dando mucho espectáculo con sus ataques imposibles y una fe
inquebrantable de sí mismo.
Alberto Contador se va,
como anteriormente se fueron otros y como se irán los siguientes. Creo que se
va tarde. Él no piensa lo mismo, le queda una bala en la recamara de sus piernas
para en el último duelo intentar morir, matando. O morir sufriendo y sudando
sangre por esas carreteras donde anteriormente era el amo y señor. Se hace un
vacio en el ciclismo español que será difícil llenar en los próximos años, ya
veremos lo que tardamos en recuperarnos y volver a contar con corredores para
las grandes vueltas.
Hay que reconocer que se
pierde a un gran ciclista, un gran campeón y uno de los mejores del ciclismo
español. Se va ese ciclista ofensivo que tanto nos gusta a los aficionados.
Espero y deseo que el relevo llegue pronto, pero será muy difícil.
El Pistolero de Pinto ha
dicho basta, se retira. A sus 35 años ha decidido poner punto y final a su
carrera como ciclista profesional con siete grandes conquistadas: dos Giros de
Italia (2008 y 2015), dos Tours de Francia (2007 y 2009) y tres Vueltas a
España (2008, 2012 y 2014). Un palmarés envidiable que debería valerle para ser
considerado como uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos,
pero en esa trayectoria esta la mancha del positivo en 2010.
Por esa mancha, Contador
fue sumando detractores que hace que los aficionados nos dividamos casi a
partes iguales, por lo que a pesar de sus éxitos es tan querido como odiado.
Los españoles amamos tan
rápido como enterramos a nuestros propios mitos. Tenemos el ejemplo de la
subida al Mont du Chat el pasado 9 de
julio, durante el Tour de Francia cuando llegó a meta a 4:20 de Froome. Tras
reconocer que las piernas no le habían respondido, sus detractores se le
tiraron al cuello, instándole a que se retirase y criticando su mal Tour.
Miguel de Unamuno hablaba
de la envidia como “la plaga de nuestra sociedad,
la gangrena del alma española”, por eso es que el simple triunfo genera
adeptos y detractores (así es el deporte). Contador ha ganado mucho, pero
después de los éxitos también llegan las caídas. El deporte, al fin y al cabo,
se mueve en esos términos.
El Pistolero de Pinto fue
sancionado por dopaje tras dar positivo por clembuterol en 2010, siendo
desposeído del Tour de ese año, de la Volta de Cataluña y del Giro de 2011,
entre otras cosas. La sanción fue de dos años, pero el castigo social todavía
perdura. Muchos aficionados al ciclismo nunca le perdonaremos aquello. Suerte
que desde entonces, no ha vuelto a ganar el Tour (el público le abuchearía),
aunque si ganó el Giro de 2015 y la Vuelta de 2012 y 2014. El silencio a veces
es más sonoro, ya que es inevitable que la sombra de la sospecha estuvo
presente en cada uno de esos triunfos.
Tras la sanción, el
“Pistolero de Pinto” siempre entraba en las quinielas de los favoritos para
ganar un nuevo Tour. Sin embargo, esa condición no fue acompañada de
resultados. Desde entonces, en sus cinco participaciones en la ronda francesa,
su mejor posición fue el cuarto puesto en 2013, abandono en dos ocasiones (2014
y 2016) y en la edición de este año quedó noveno, a 8:49.
Tras las críticas de los
críticos y, como la memoria deportiva suele ser corta quiero recordar que
Alberto Contador siempre estuvo inmerso en equipos conflictivos con gente muy pero
que muy sospechosa:
Su arranque como profesional
fue en el ONCE de Manolo Saez, el otro cabecilla de la trama “Operación Puerto”
y que Contador, a diferencia de Alejandro Valverde se salvo, para desembocar en
el castigado Liberty Seguros.
Luego se fue al
controvertido Discovery Channel, es decir, el equipo heredero del US Postal,
que comandaba Johan Bruyneel, es decir, el director de Lance Armstrong y sus
siete Tours anulados. Dentro del Discovery, en el duelo entre pistoleros
ventajistas Contador pidió plaza en el vergel de los éxitos y las tinieblas,
ganando su primer Tour en 2007.
La desaparición del
Discovery Channel hizo posible que el
Pistolero de Pinto se embarcarse con Bruyneel, en el convulso Astana, que había
heredado la estructura del ONCE/Liberty Seguros de Manolo Saez y donde algunos
de sus ciclistas practicaban las
transfusiones de sangre ajena, dejando un puñado de positivos y que por eso fue
excluido de participar en el Tour de 2008, impidiéndole defender su corona del
año anterior. Tras distanciarse de Bruyneel por ser protector de Lance
Armstrong, fichó por el Saxo Bank de Bjarne Riis, cuya conexión con el dopaje
no necesita sospechas: admitió haberse dopado durante cinco años y “COMO TODOS”. Para mí, el protagonista no es Riis, sino
quien decidió ponerse a su lado que después de su tercer Tour en las tres
últimas participaciones apuntaba a ciclista de época. Nadie lo dudaba. Hasta
temblaba Miguel Indurain. El Saxo Bank más tarde se transformaría en el Tinkoff
del ruso Oleg Tinkov, un magnate que no dudó en humillarle porque consideraba
que su rendimiento no justificaba el contrato millonario de un Pistolero en
decadencia. Tras fichar por el Trek, el díscolo empresario acentuó sus ataques
llegando a insinuar el consumo de sustancias prohibidas.
Incuestionablemente, la
imagen del Pistolero ya estaba muy deteriorada después de cumplir la sanción
del TAS aunque logró mantenerse entre la clase alta, con los ya mencionados
éxitos en el Giro y Vuelta, pero sin resultados brillantes en el Tour, su
carrera fetiche, la que le dio y le quitó todo.
El próximo sábado, arranca
en Nimes la Vuelta a España de su despedida. Tres semanas de homenajes para el
escalador que supo encandilar a los aficionados. Un ciclista que seguirá unido
al ciclismo con la fundación que lleva su nombre, destinada al fomento de la
cantera, con equipos juveniles y sub-23 y que el próximo año pretende formar un
grupo continental en la tercera división del ciclismo profesional.
Para muchos será el mejor
ciclista español del siglo XXI, pero lo cierto es que para otros estará siempre
marcado por el dopaje.
Yo podría perdonarle, lo mismo que soy capaz de perdonar ofensas
mayores.
Pero quiero saber cuántas veces se
equivoco y cuantas nos engaño.
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