En esta
lluviosa y fría primavera de 2013, y cuando el ciclismo trata de cicatrizar sus
problemas con el dopaje, un prodigio de la naturaleza, la primera gran estrella
del ciclismo español, el legendario ciclista Miguel Poblet, fallecía a los 85
años por una insuficiencia renal y una infección generalizada.
Aquel Miguel Poblet Oriols (13/3/1928), ciclista extraño, con más cualidades para el sprint que para la montaña en la España de postguerra, fallecía en Barcelona, un día antes de la disputa de la París-Roubaix (su gran espina clavada), carrera en la que fue pionero entre los españoles y que en 1958 se clasificó segundo tras un sprint ajustadísimo y que se le escapó por pocos centímetros. Solo otro ciclista español, Juan Antonio Flecha (2007), subió al podio también como segundo.
El divino calvo fuel el único clasicómano español de la historia hasta la emersión de Óscar Freire.
Revolucionario e innovador en su técnica, se convirtió en leyenda a partir de mediados de los años cincuenta, no solo entre los aficionados locales, sino en el extranjero, teniendo que pasar muchos años para encontrar una figura similar en el ciclismo español.
Fue el primer ciclista que alzó los brazos en las tres grandes vueltas por etapas. También el primer español que lució el maillot amarillo en el Tour de Francia (1955).
Las dos victorias en la Milán-San Remo (1957-1959) y un segundo puesto en 1958, fueron los primeros monumentos en el palmarés español de las clásicas. Ningún ciclista español volvió a triunfar en este tipo de carreras centenarias hasta que Óscar Freire reconquistó esa San Remo en 2004. Un año antes, el propio Óscar Freire gran admirador de Poblet, le decía: “Yo me quiero parecer a usted”. El ciclista cántabro 45 años después lograría la primera del triplete (2004, 2007 y 2010), siendo esta prueba la que les unió, creando una admiración entre ambos.
En los países con tradición en clásicas, como Bélgica e Italia, igual que le paso a Freire, se sentía más devoción por Miguel Poblet que en España. En las carreteras italianas le gritaban “Miguelino” y la “Flecha amarilla”. El dueño de Ignis Giovanni Borghi, tras una victoria en San Remo, le regalo el descapotable de su hija, un Lancia que luego cambio por un Alfa Romeo porque no le cabían las bicicletas.
Con él se nos va un ciclista excepcional, diferente, un pionero que ganaba clásicas sprintando, en unos tiempos que aquí en España se veneraba a los escaladores. Federico Martin Bahamontes, Bernardo Ruiz o Jesús Loroño eran sus coetános. Pero Miguel Poblet fue el primero en muchas cosas y único en alguna de ellas todavía hoy.
Se había dedicado al ciclismo por influencia familiar ya que su padre, tenía una tienda de bicicletas, siendo el primer español en vestir el maillot amarillo del Tour y ganar la etapa prólogo de 1955. Ese mismo año también se convertía en el único español que ganaba en París, pero no al sprint, sino fugado y en esa misma edición ratificó que era más que un velocista, al coronar el Tourmalet por delante de Charly Gaul, Louison Bobet y Jesús Loroño. Ya años antes y en tres ocasiones había vencido en el Campeonato de España de Montaña.
Miguel Poblet, acumuló en su palmarés 62 victorias en total destacando también dos Voltas a Catalunya, siete campeonatos de España de Velocidad y siete de España por Regiones, así como veintidós victorias de etapa en el Giro de Italia, tres en el Tour de Francia y tres en la Vuelta a España lo erigieron como el primer español que ganaba etapas en las tres grandes rondas, y también en el primero del mundo que lo hacía en la misma temporada. Sólo los italianos Pierino Baffi (1958) y Alessandro Petacchi (2003) le emularon después.
Tras su retirada, siempre estuvo ligado al ciclismo, organizando durante años la Volta a Catalunya en la que todavía tiene el récord de victorias por etapas y presidente de la Federación Catalana de Ciclismo.
Entre los muchos reconocimientos y homenajes, en diciembre de 2002, en reconocimiento a su contribución a la proyección del ciclismo y el deporte, el ciclista catalán recibió la Cruz de Sant Jordi, máxima distinción que otorga la Generalitat de Cataluña, siendo el segundo deportista en recibir dicho galardón desde su creación.
Aquel Miguel Poblet Oriols (13/3/1928), ciclista extraño, con más cualidades para el sprint que para la montaña en la España de postguerra, fallecía en Barcelona, un día antes de la disputa de la París-Roubaix (su gran espina clavada), carrera en la que fue pionero entre los españoles y que en 1958 se clasificó segundo tras un sprint ajustadísimo y que se le escapó por pocos centímetros. Solo otro ciclista español, Juan Antonio Flecha (2007), subió al podio también como segundo.
El divino calvo fuel el único clasicómano español de la historia hasta la emersión de Óscar Freire.
Revolucionario e innovador en su técnica, se convirtió en leyenda a partir de mediados de los años cincuenta, no solo entre los aficionados locales, sino en el extranjero, teniendo que pasar muchos años para encontrar una figura similar en el ciclismo español.
Fue el primer ciclista que alzó los brazos en las tres grandes vueltas por etapas. También el primer español que lució el maillot amarillo en el Tour de Francia (1955).
Las dos victorias en la Milán-San Remo (1957-1959) y un segundo puesto en 1958, fueron los primeros monumentos en el palmarés español de las clásicas. Ningún ciclista español volvió a triunfar en este tipo de carreras centenarias hasta que Óscar Freire reconquistó esa San Remo en 2004. Un año antes, el propio Óscar Freire gran admirador de Poblet, le decía: “Yo me quiero parecer a usted”. El ciclista cántabro 45 años después lograría la primera del triplete (2004, 2007 y 2010), siendo esta prueba la que les unió, creando una admiración entre ambos.
En los países con tradición en clásicas, como Bélgica e Italia, igual que le paso a Freire, se sentía más devoción por Miguel Poblet que en España. En las carreteras italianas le gritaban “Miguelino” y la “Flecha amarilla”. El dueño de Ignis Giovanni Borghi, tras una victoria en San Remo, le regalo el descapotable de su hija, un Lancia que luego cambio por un Alfa Romeo porque no le cabían las bicicletas.
Con él se nos va un ciclista excepcional, diferente, un pionero que ganaba clásicas sprintando, en unos tiempos que aquí en España se veneraba a los escaladores. Federico Martin Bahamontes, Bernardo Ruiz o Jesús Loroño eran sus coetános. Pero Miguel Poblet fue el primero en muchas cosas y único en alguna de ellas todavía hoy.
Se había dedicado al ciclismo por influencia familiar ya que su padre, tenía una tienda de bicicletas, siendo el primer español en vestir el maillot amarillo del Tour y ganar la etapa prólogo de 1955. Ese mismo año también se convertía en el único español que ganaba en París, pero no al sprint, sino fugado y en esa misma edición ratificó que era más que un velocista, al coronar el Tourmalet por delante de Charly Gaul, Louison Bobet y Jesús Loroño. Ya años antes y en tres ocasiones había vencido en el Campeonato de España de Montaña.
Miguel Poblet, acumuló en su palmarés 62 victorias en total destacando también dos Voltas a Catalunya, siete campeonatos de España de Velocidad y siete de España por Regiones, así como veintidós victorias de etapa en el Giro de Italia, tres en el Tour de Francia y tres en la Vuelta a España lo erigieron como el primer español que ganaba etapas en las tres grandes rondas, y también en el primero del mundo que lo hacía en la misma temporada. Sólo los italianos Pierino Baffi (1958) y Alessandro Petacchi (2003) le emularon después.
Tras su retirada, siempre estuvo ligado al ciclismo, organizando durante años la Volta a Catalunya en la que todavía tiene el récord de victorias por etapas y presidente de la Federación Catalana de Ciclismo.
Entre los muchos reconocimientos y homenajes, en diciembre de 2002, en reconocimiento a su contribución a la proyección del ciclismo y el deporte, el ciclista catalán recibió la Cruz de Sant Jordi, máxima distinción que otorga la Generalitat de Cataluña, siendo el segundo deportista en recibir dicho galardón desde su creación.
D.E.P. CAMPEÓN
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