luns, 15 de xullo de 2013

EL TOUR NO PACTA, PELEA PARA GANAR



El pasado miércoles en Mont-Saint-Michel, final de la contrarreloj individual que comenzó en Avranches, el debutante Andrew Talansky (Garmin-Sharp) declaraba: “Tuve miedo de caerme en la contrarreloj porque el público no me dejaba ver la carretera”. Esta declaración me da pie para el post de esta semana.
Realmente el Tour de Francia sigue vivo, y todo, gracias a ese  público que hace que lata a pleno ritmo, sin atenerse a los fatalistas que auguraban su defunción cualquier año de éstos.
El Tour de Francia genera expectación no solo a los franceses que lo sienten como algo propio a pie de cuneta, pues llegado el mes de julio esos ciclistas participantes amenizan las sobremesas de medio mundo haciéndonos prescindir a los españoles de la sagrada siesta.
Ya sé, que motivos para la duda y la supervivencia del ciclismo no han faltado durante los últimos años. A los dramas del dopaje conocidos se unió la caída del mito, el inigualable Lance Armstrong y sus siete victorias fueron borradas del palmarés por el propio Tour. Siete años en los  que parece como si hubiésemos asistido a un periodo de peste que asoló al ciclismo. No se podía caer más bajo, imposible más descredito para la nómina de campeones, pero como proclamó su patrón, Christian Prudhomme, en una brillante argumentación “El Tour es más grande que sus campeones”.
Así es. El Tour de Francia es lo más grande, con esos puertos legendarios, monolitos dedicados a sus conquistadores y monumentos que excitan a la aventura de recorrer el país en tres semanas adorables.
Todos sabemos que los ciclistas se han dopado, pero la respuesta de la genta no es condenarlos a la hoguera, sino que se les critica inteligentemente y que se plasmó en su día con pancartas alusivas.
A nadie nos gusta que nos defrauden, pero como se está viendo día tras día, ese público no le da la espalda a la edición número cien del Tour. También este año pese al caso Armstrong la gente vive cada etapa como una fiesta.
Los Pirineos estuvieron llenos, los pueblos forman hileras de seguidores, que como decía no recuerdo que ciclista: En el Tour es que nunca te podías perder, porque la gente forma un cordón desde la salida a la meta. En los trece kilómetros del Alpe d´Huez se esperan, como siempre, 400,000 seguidores.
El Tour de Francia es la Fiesta Nacional Francesa, el deporte del pueblo de ayer, del de hoy y del de mañana.
Dicho esto, analicemos lo que sucedió esta semana. Una semana que después de la contrarreloj del miércoles y tras el golpe letal que asestó Chris Froome a sus rivales parecía que el panorama pintaba favorable para este ciclista que al principio del Tour dijo: “Soy simpático y me podéis preguntar todo lo que queráis”. Y la respuesta a esa primera pregunta fue: “Y soy limpio”. La ley de Froome es la hegemonía, parecía que jugaba en otra división, él lo sabe y sus rivales lo reconocen.
Más de uno cayeron en la tentación de enterrar al pistolero de Pinto, de recordar su episodio con el chuletón e incluso despreciar sus conquistas pasadas. Todos tenemos defectos, pero Alberto Contador en la carretera muestra siempre un perfil único y no acepta la derrota.
La etapa del viernes, con ese corte letal provocado por el viento y la intuición del olfato por oficio y sabiduría, resultó de antología por el empeño de Alberto Contador.
Ya lo hizo en la pasada Vuelta a España. En ningún puerto final de etapa y eso que hubo para aburrir, conseguía esquivar a Purito o Valverde. Por lo que probo con el ataque lejano camino de Fuente Dé. En este Tour viene sucediendo algo parecido. No puede con Froome en la montaña, tampoco en la contrarreloj. Por lo que volvió a atizar en la planicie, al galope con su equipo y con la ayuda del viento, pero hoy en el Mont Ventoux, Chris Froome impuso su ley, mano a mano es invencible. La victoria de hoy en una de las cimas más mítica del Tour hace pensar que el líder dicto sentencia, queda la última semana durísima, si los Alpes no dan un vuelco, Christopher Froome dentro de ocho días ganará el Tour de Francia.
Él lo sabe y sus rivales también lo reconocen.

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