domingo, 28 de xullo de 2013

PARÍS, BIEN MERECE UNA MISA

El Tour de Francia llegó a su fin. ¡Oh, no! ¿Tan pronto?.  Este año pase once días en París, recorriendo en  varias ocasiones a pie los 1.910 metros de la Avenida de los Campos Elíseos que van desde el Arco de Triunfo a la Plaza de la Concordia y que son parte del eje histórico de París, prolongándose por el Jardín de las Tullerias hasta llegar al Museo del Louvre. Un paseo mítico para el mundo del ciclismo y que en estos días durante esos paseos me imaginaba la línea de meta de esa última etapa del Tour de Francia que siempre está situada en esta Avenida al lado del Arco del Triunfo, lo mismo que la entrega de premios.  Estoy en París; sí, no me lo puedo creer, pero estoy aquí. Seguramente los supervivientes de esos más de 200 ciclistas participantes en este Tour de Francia tampoco se lo pueden creer, todos tomaron la salida con una misión diferente, pero con el mismo objetivo común, llegar a París luego de tres semanas que los dejaron con sus cuerpos exprimidos, física y mentalmente, agonía deportiva a la que están expuestos diariamente, por eso después de esos 21 días de competición, el solo hecho de llegar a París hace que se olviden de todo lo acaecido en carrera y por eso, ahora, no les duele nada; están anestesiados desde el momento en que vieron a lo lejos la punta de la Torre Eiffel.
Lo cierto es que una vez cruzada la última, sí, la última, línea de meta, pienso que ellos mismos se engañan diciéndose: “¿Ya está? Bueno, pues tampoco ha sido para tanto”. ¿Tan fácil es olvidar aquella primera semana plagada de trampas en forma de carreteras demasiado estrechas para más de doscientos tensos participantes con afán de mostrarse o gastar energías acumuladas?.
Caidas, bordes, pinchazos, bronquitis, cunetas, curvas, rotondas, todo un potencial peligroso para la integridad física de estos valientes. ¡Atención, atención! Por favor, una UVI móvil para París, que hay epidemia de neuronas que han dejado de funcionar. Aquí es donde los ciclistas demuestran que están hechos de otra pasta.

Seguramente, también a ellos les dijeron que esa Torre Eiffel la hicieron para la Exposición Universal de 1889.
Pero yo no lo creo así. A mí me parece que la han hecho para estos valientes y para todos los que como ellos han recorrido toda Francia para llegar aquí. Lo mismo que a mí, que me pilló de sorpresa, cuando bajaba despistado por una avenida y, de repente, alguien me dijo: “pero mira, si está ahí mismo”. Y es entonces cuando caí en la cuenta que había llegado a París.
Estaba en el París ciclista, esa meta de paso obligada para todo el que quiera llamarse ciclista. En las caras exteriores del Arco de Triunfo, yo en vez de ver los nombres de los grandes revolucionarios y de las victorias de Napoleón, lo mismo que en los muros interiores, tampoco pude ver los 558 nombres de generales del imperio Francés ni los nombres de los que murieron en combarte. Pero si vi en mi imaginación los nombres de: MAURICE GARIN, HENRI CORNET, LOUIS TROUSSELIER, RENÉ POTTIER, LUCIEN PETIT-BRETON, FRANÇOIS FABER, OCTAVE LAPIZE, GUSTAVE GARRIGOU, ODILE DEFRAYE, PHILIPPE THIJS, FIRMIN LAMBOT, LÉON SCIEUR, HENRI PÉLISSIER, OTTAVIO BOTTECCHIA, LUCIEN BUYSSE, NICOLAS FRANTZ, MAURICE DE WAELE, ANDRÉ LEDUCQ, GEORGES SPEICHER, ANTONIN MAGNE, ROMAIN MAES, SYLVÉRE MAES, ROGER LAPÉBIE, GINO BARTALI, JEAN ROBIC, FAUSTO COPPI, FERDI KÜBER, HUGO KOBLET, LOUISON BOBET, ROGER WALKOWIAK, JACQUES ANQUETIL, CHARLY GAUL, FEDERICO MARTIN BAHAMONTES, GASTONE NENCINI, FELICE GIMONDI, LUCIEN AIMAR, ROGER PINGEON, JAN JANSSEN, EDDY MERCKX, LUIS OCAÑA, BERNARD THÉVENET, LUCIEN VAN IMPE, BERNARD HINAULT, JOOP ZOETEMELK, LAURENT FIGNON, GREG LEMOND, STEPHEN ROCHE, PEDRO DELGADO, MIGUEL INDURAIN, BJARNE RIIS, JAN ULLRICH, MARCO PANTANI, LANCE ARMSTRONG, ÓSCAR PEREIRO, ALBERTO CONTADOR, CARLOS SASTRE, CADEL EVANS, BRADLEY WIGGINS, CHRIS FROOME, todos ellos héroes de otras batallas en una época del ciclismo en la que la dureza de la guerra hace los ingredientes para una historia que merece ser contada.

Esta última etapa de transición tiene que ser un día inolvidable, todo son felicitaciones. Todos felicitan al de amarillo; como es inglés ”congratulations, Chris”, y él les responde con una sonrisa y un cordial “thank you”. La primera y quién sabe si la última vez que hablan con él. Todos son héroes, anónimos en su gran mayoría, olvidados por las cámaras que se centran sólo en el podio, pero felicitas a todos y todos te felicitan a tí. Hoy todo son enhorabuenas en inglés, francés, italiano, español o Dios sabe qué otras lenguas. Hoy, con la sonrisa en la cara por bandera, todos se entienden. El día ha sido un orgasmo que, lento pero cadencioso, ha llegado a su clímax al dar la vuelta de honor a los Campos Elíseos, donde el hielo se derrite, donde el más frío no deja de emocionarse. Allí todos se sienten ganadores y, como tal, se dejan llevar por la alegría. Lo han exteriorizado todo, queriendo compartir emociones y orgullo por lo logrado. Quizás ninguno de los que os aplauden conoce ni siquiera vuestro nombre. Pero no os importe porque todos sois en ese momento el ganador secreto. Y vosotros, sólo vosotros, lo sabeis. Y a partir de hoy sí que es cierto que siempre os quedará París.
Sería absurdo instaurar un premio ya que todos los que terminasteis lo merecéis, por eso desde aquí, mi reconocimiento para todos.
FELICIDADES Y ENHORABUENA

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