El pasado
viernes día 6, aunque la noticia se diera a conocer el 7 de diciembre de 2003, hizo
diez años que fallecía por un paro cardíaco el carismático ciclista José María
“Chava” Jiménez.
Se cumplen diez años del adiós del ciclista español más carismático de los últimos tiempos. Se nos fue, cuando intentaba recuperarse de una depresión y reorientar una vida que quiso vivir tan deprisa que al final descarrilo. Se equivoco de camino y lo pagó con su vida mientras les mostraba fotos de sus gestas a los internos de la clínica psiquiátrica de San Miguel en Madrid. Sólo tenía 32 años y dejaba tras de sí una carrera que aunque incompleta estuvo llena de éxitos y de fracasos.
Chava Jiménez fue carismático, esplendoroso, imprevisible, mediático y como todos los genios, nunca dejó indiferente a nadie. Capaz de lo mejor y de lo peor, su carrera profesional, no tuvo matices. Tenía tanta clase subiendo que cuando la carretera se ponía cuesta arriba, él era cuando dinamitaba las carreras, con aquella postura inconfundible, siempre erguida que le hizo lograr muchos triunfos parciales, sobre todo en la Vuelta a España, en la que ganó nueve etapas y fue cuatro veces el Rey de la Montaña. Su punto débil era la contrarreloj, lo que le impidió ganar una vuelta por etapas. Tenía un carácter impulsivo e individualista que provocaba muy a menudo enfrentamientos con sus jefes de filas.
El Chava era así y así había que aceptarlo. Nunca ganó una gran vuelta, ni tampoco ninguna clásica, ni siquiera etapas en el Giro de Italia o en el Tour de Francia, pero tenía gancho y la gente le quería.
Diez años después de su muerte, nos queda una calle que lleva su nombre en El Barraco, una carrera de juveniles que su mujer, Azucena, logra mantener a trancas y barrancas y una Marcha Cicloturista al Angliru que ya no se celebra. En este decimo aniversario de su muerte, surgió la iniciativa de crear un museo para honrar su memoria, Javier Guillén también anuncio que a partir de 2014 la Vuelta a España instaurara un premio que rinda homenaje a su memoria, se le hará un homenaje en una etapa, que lógicamente será de montaña, y que también habrá algún que otro gesto que tienen en estudio. Posiblemente, el Chava Jiménez se merecería algo más, porque nunca nadie nos hizo levantarnos de emoción del asiento del sofá en el que veíamos las etapas y que nos evitaba que durmiéramos la siesta. Atacaba aunque no tuviese fuerzas, unas veces triunfaba y otras no, pero daba espectáculo que creaba afición y enganchaba, cosa que hoy en día ningún ciclista lo hace. Él era tan diferente, exagerado, sorprendente, único en su especie y valiente, que cuando estaba en carrera fuera mejor o peor de fuerzas, siempre ocurría algo.
De la historia de José María “Chava” Jiménez se podrían sacar muchas conclusiones, pero no hurguemos y quedémonos con el Chava ciclista, que logró grandes cosas, que consiguió hacer vibrar a miles y miles de aficionados y que nos hizo disfrutar.
Si se puede culpar a alguien de lo que le pasó, ese fue él, su mala cabeza, unida a sus vicios y malos hábitos de vida hicieron que nos abandonara para siempre. Santi Blanco lo define muy bien “Era bueno para todos y malo para él”.
Tienes toda la razón Santi, solo fue malo para él, pero de esos defectos que tuvo el Chava Jiménez ciclista también pueden servir a los jóvenes como aprendizaje, por que el Chava, no solo tenía defectos, también tenía otros rasgos, como la generosidad, la valentía, la espectacularidad y el carisma por lo que era querido y admirado y que también hay que fomentar.
Su muerte, cuando trataba de volver a ser persona, al igual que sucediera con la de Marco Pantani meses después, le convirtió en mito de este querido deporte. No es fácil olvidar una figura tan emblemática como él, por eso es que muchos aficionados acuden a El Barraco sólo con la intención de ver la calle que lleva su nombre, el chalet donde vivió, la escultura levantada en su honor por su hermano y las fotos que hay de él en todos los bares del pueblo. Argumentos suficientes para creer con toda sinceridad que eres ¡Grande Chava! Los aficionados al ciclismo te queremos y no te olvidaremos jamás.
Se cumplen diez años del adiós del ciclista español más carismático de los últimos tiempos. Se nos fue, cuando intentaba recuperarse de una depresión y reorientar una vida que quiso vivir tan deprisa que al final descarrilo. Se equivoco de camino y lo pagó con su vida mientras les mostraba fotos de sus gestas a los internos de la clínica psiquiátrica de San Miguel en Madrid. Sólo tenía 32 años y dejaba tras de sí una carrera que aunque incompleta estuvo llena de éxitos y de fracasos.
Chava Jiménez fue carismático, esplendoroso, imprevisible, mediático y como todos los genios, nunca dejó indiferente a nadie. Capaz de lo mejor y de lo peor, su carrera profesional, no tuvo matices. Tenía tanta clase subiendo que cuando la carretera se ponía cuesta arriba, él era cuando dinamitaba las carreras, con aquella postura inconfundible, siempre erguida que le hizo lograr muchos triunfos parciales, sobre todo en la Vuelta a España, en la que ganó nueve etapas y fue cuatro veces el Rey de la Montaña. Su punto débil era la contrarreloj, lo que le impidió ganar una vuelta por etapas. Tenía un carácter impulsivo e individualista que provocaba muy a menudo enfrentamientos con sus jefes de filas.
El Chava era así y así había que aceptarlo. Nunca ganó una gran vuelta, ni tampoco ninguna clásica, ni siquiera etapas en el Giro de Italia o en el Tour de Francia, pero tenía gancho y la gente le quería.
Diez años después de su muerte, nos queda una calle que lleva su nombre en El Barraco, una carrera de juveniles que su mujer, Azucena, logra mantener a trancas y barrancas y una Marcha Cicloturista al Angliru que ya no se celebra. En este decimo aniversario de su muerte, surgió la iniciativa de crear un museo para honrar su memoria, Javier Guillén también anuncio que a partir de 2014 la Vuelta a España instaurara un premio que rinda homenaje a su memoria, se le hará un homenaje en una etapa, que lógicamente será de montaña, y que también habrá algún que otro gesto que tienen en estudio. Posiblemente, el Chava Jiménez se merecería algo más, porque nunca nadie nos hizo levantarnos de emoción del asiento del sofá en el que veíamos las etapas y que nos evitaba que durmiéramos la siesta. Atacaba aunque no tuviese fuerzas, unas veces triunfaba y otras no, pero daba espectáculo que creaba afición y enganchaba, cosa que hoy en día ningún ciclista lo hace. Él era tan diferente, exagerado, sorprendente, único en su especie y valiente, que cuando estaba en carrera fuera mejor o peor de fuerzas, siempre ocurría algo.
De la historia de José María “Chava” Jiménez se podrían sacar muchas conclusiones, pero no hurguemos y quedémonos con el Chava ciclista, que logró grandes cosas, que consiguió hacer vibrar a miles y miles de aficionados y que nos hizo disfrutar.
Si se puede culpar a alguien de lo que le pasó, ese fue él, su mala cabeza, unida a sus vicios y malos hábitos de vida hicieron que nos abandonara para siempre. Santi Blanco lo define muy bien “Era bueno para todos y malo para él”.
Tienes toda la razón Santi, solo fue malo para él, pero de esos defectos que tuvo el Chava Jiménez ciclista también pueden servir a los jóvenes como aprendizaje, por que el Chava, no solo tenía defectos, también tenía otros rasgos, como la generosidad, la valentía, la espectacularidad y el carisma por lo que era querido y admirado y que también hay que fomentar.
Su muerte, cuando trataba de volver a ser persona, al igual que sucediera con la de Marco Pantani meses después, le convirtió en mito de este querido deporte. No es fácil olvidar una figura tan emblemática como él, por eso es que muchos aficionados acuden a El Barraco sólo con la intención de ver la calle que lleva su nombre, el chalet donde vivió, la escultura levantada en su honor por su hermano y las fotos que hay de él en todos los bares del pueblo. Argumentos suficientes para creer con toda sinceridad que eres ¡Grande Chava! Los aficionados al ciclismo te queremos y no te olvidaremos jamás.
ESTES DONDE ESTES, DESCANSA EN PAZ
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