Hoy empezaba la alta
montaña en el Tour de Francia. Tras nueve días ininterrumpidos de carrera, la
serpiente multicolor corría la última etapa antes del primer día de descanso.
Una etapa dura por antonomasia con cinco puertos de los que tres de ellos eran
de primera categoría y uno Hors Categorie.
Era la etapa reina de
los Pirineos, la que tenía que haber servido para aclara la clasificación
general, era el día determinante para que el Pistolero de Pinto volviese a
aspirar al podio, era el día decisivo para el Contador guerrero que quería
hacerse con el Tour de Francia 2016. Nada de eso ocurrió, las caídas de las dos
primeras etapas y un proceso febril le dejaron fuera completamente de la lucha
por la general. En plena subida al Cantó, segundo puerto del día, a cien
kilómetros de la meta de Arcalis, no pudo más, después de bajar al coche del
médico en un par de ocasiones decidió bajarse de la bicicleta y meterse en el
coche de asistencia del equipo.
En Bonaigua, nada más
arrancar la etapa, intentó meterse en la escapada buena. Pero sus intenciones
chocaron con la debilidad física y la impotencia. Nefasto día para el Pistolero
de Pinto que empezaba el día herido del ala, se había levantado con algo de
fiebre y se sentía mal, su cuerpo había necesitado trabajar muchísimo más para
intentar recuperarse de las heridas y de los golpes, estaba corriendo en
desventaja desde la primera etapa aunque nunca considero en tenerse que
retirar. Finalmente cedió camino de Andorra.
Adiós a toda una
exhaustiva planificación de la temporada, donde la ronda francesa ocupaba el
lugar estelar. Seguramente ahora, después de someterse a pruebas médicas y de
recuperación, su objetivo será los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y la
Vuelta a España.
Tras meses de
sacrificio y trabajo, Contador había comenzado el Tour gafado. Para ganar una
Vuelta de tres semanas como es el Tour de Francia, no solo se tiene que llevar
todo controlado al milímetro, sino que también hay que tener lo que siempre se
ha llamado “suerte del campeón”, para no tener ningún percance, ni caída, ni
enfermedad. Esta vez el Pistolero de Pinto se encontró con todas las
desgracias.
Su jerarquía era
indiscutible: dos Giros, dos Tours y tres Vueltas en una secuencia única
atropellada por el positivo del chuletón contaminado con clembuterol, que le
arrebató el Tour de 2010 y el Giro de 2011. Por trayectoria y resultados este
año el Pistolero de Pinto era capaz de ganar a Chris Froome, a Nairo Quintana y
a sus equipos, aunque parecían estar un punto por encima de él. Llevaba siete
años sin triunfar en el Tour, un dato elocuente que le motivaba para llegar a
París vestido de amarillo, pero como se vio hoy, el Tour es muy difícil
ganarlo, pero es muy fácil perderlo.
Mientras Alberto
Contador decía basta y se montaba en el coche del Tinkoff, las nubes comenzaron
a cubrir las montañas de Arcalís, soltando lágrimas de dolor por el abandono
del Pistolero de Pinto. Unas lagrimas convertidas en granizo que apedrearon a
los ciclistas; las comunicaciones se cortaron, como si las compañías
telefónicas de Andorra lo hubieran previsto como una parte más del programa
fúnebre de despedida de Alberto Contador.
En medio de la
tempestad, corriendo ríos de agua por las cunetas Tom Dumoulin, un todoterreno,
tenía abierto el camino a la victoria, completando así su trabajo del día.
Por detrás, los gallos
destinados a la gloria también se mojaron, menos el escarabajo colombiano.
Atacó Froome, Nairo pegado a su rueda; atacó Dan Martin, Nairo pegado a la
rueda del líder Froome. Atacó Richie Porte y allí seguía el escarabajo, tan
cerca del maillot amarillo que parecían ciclistas siameses.
La verdad es que no
entendí la actitud del escarabajo, a no ser que temiese una pedrada de granizo
que lo dejase KO.
¿Quiere de verdad Nairo Quintana ganar el Tour?.
¿O se conforma con volver a ser segundo para mayor gloria de Chris Froome?.
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