Después del final de la única etapa de la Vuelta Ciclista a
España por tierras gallegas llegaba el
tríptico astur-leonés
Después de que la Vuelta sometiera a los ciclistas a la tortura de las carreteras gallegas y de que las
meigas intentaran que no pasara nada, la realidad es que pasó de todo. Los 207
kilómetros inmisericordes entre Mondoñedo y el Faro de Estaca de Bares se
hicieron largos, sin un segundo de respiro ni de calma. Todo pareció una
continua improvisación en un pelotón ahogado por su propio ritmo y con un río
revuelto entre el Mitchelton de
Simón Yates y el Movistar
de Nairo Quintana y Alejandro Valverde. Dice aquel refrán popular: “A río
revuelto, ganancia de pescadores”, fue Jesús Herrada el que pescó una
pieza con la que ni siquiera había soñado. El ciclista español probó el dulce
sabor del rojo. Llega al tríptico como el nuevo líder de La Vuelta a España con
tres minutos y 22 segundos de ventaja sobre Simon Yates, 1,23 sobre Valverde y 2,26 sobre el escarabajo
Quintana. Un premio de excepción para Herrada en tierra meiga, después de
un año en que decidió abandonar el confort del Movistar para buscar su propia
luz en Cofidis.
El tramo clave de esta
Vuelta tendría que haber estado en el tríptico astur-leonés
con sus tres llegadas en alto y seguidas: La Camperona, Les Praeres y
Lagos de Covandonga. Tres llegadas que condesaban la parte fundamental de la
montaña de esta edición de la Vuelta a España.
Fue un fin de semana que tenía que
haber arrojado algo de luz entre los favoritos antes de la decisiva crono del próximo
martes en Torrelavega y las etapas de Monte Oiz en el País Vasco y Andorra. Pero
la verdad es que después de los tres
días con un desnivel acumulado de 9.550 metros, 524 kms., 7 puertos de primera,
entre los que estaban La Camperona y Les Praeres que fueron final de etapa, los
4 más de segunda y tercera y el más relevante de categoría especial Lagos de
Covadonga, que entre los cuatro primeros de la general no se llegue al minuto de
diferencia, hace que vivamos la emoción y el espectáculo hasta el último día.
El
viernes arrancaba por todo lo alto la primera del tríptico con el Alto de la
Camperona (8,3 kms. al 7,5 por ciento y tramos de hasta el 19,5) que conllevaba
subir también el Puerto de Tarna (13,5 al 5,8). Los dos de primera.
Dicen que cuando Neil Armstrong piso la Luna ya había un gallego, el viernes, cuando el vasco Óscar Rodríguez cruzo la meta en La Camperona, solo acertaba a
balbucear: «No me lo creo, no me lo creo,
no me lo creo...». Y era normal que no se lo creyera. Ni vio gallegos ni rabos de
gaitas. Cuando se vio en cabeza el único empeño que se puso era el de ganar, no
le preocupaba encontrarse al gallego de la luna, lo único que le preocupaba era mirar continuamente
para atrás para saber por dónde venían Rafal Majka y Teuns que los tenia pisándoles los
talones.
Se empeñó en ganar en las
descarnadas rampas de La Camperona y entre el cansancio absoluto y la felicidad
plena lo consiguió.
Óscar Rodríguez
defendiendo los colores del Euskadi-Murias supo ser el mejor de otra fuga
numerosa que los equipos de los gallos no supieron controlar y que con una
magnifica escalada remacho a Majka y a Teuns cuando faltaban 2 kilómetros del
final para gozar de un escenario soñado con una meta para él solo.
La carrera de los favoritos
se la disputaron sin sobresaltos ante el miedo y/o respeto que aún se tienen
todos. Sin apenas diferencias importantes Jesús Herrada sufrió lo suficiente
para mantener por segundo día consecutivo su maillot rojo de líder.
El sábado se corrió la
segunda etapa del tríptico y después de tantos y tantos días de escapadas
numerosas con final feliz, los equipos de los gallos dijeron basta a los
aventureros en el día. Claro que hubo una, pero nació muerta.
No conocía La Vuelta esta
etapa con final en la cima Les Praeres, pero seguro que el pelotón no la
olvidará jamás. La más dura de todas, rozaba los 3.000 metros de desnivel acumulado y escondía un último tramo
demencial entre bajadas reviradas y una pared corta pero explosiva. La subida
de apenas cuatro kilómetros tuvo dos tramos: uno donde Nairo Quintana pareció estar
jugando con el resto, guardando las fuerzas que otros no tenían, y Simon Yates que en menos de un
kilómetro enseñó las cartas y se mostró como el más fresco y fuerte. El de
Mitchelton recuperó el rojo que cedió un Jesús Herrada vacío, que estaba subió cuando los demás ya
bajaban, llego a más de nueve minutos. Las bonificaciones dejaron al escarabajo
colombiano a 25 segundos en la tercera plaza de la general, adelantado por un
buen Alejandro Valverde que
cazó cuatro segundos se quedaba a 20”. Yates, con este su segundo triunfo, bien
se merece brindar con la sidrina asturiana.
La meta de la última del
tripticoAstur-Leones estaba situada en los míticos Lagos de Covadonga, antes de la gran ascensión de esta
Vuelta, la serpiente multicolor tuvo que ascender dos veces el Mirador del
Fito. Ambas de primera y por diferente vertiente: la primera, con 7,1 kms. al
7,7 por ciento y pendiente máxima al 11; y la segunda, similar pero con solo
6,3 kms de subida. Tenía que haber sido el momento para que los favoritos de la
general se quitasen las caretas. Tocaba comprobar el estado de forma y las
fuerzas de los candidatos reales al
maillot rojo, pero ni Nairo Quintana, que es
calculador y conservador, pero sobre todo es orgulloso, sólo respondió de
manera tímida a algún movimiento de Simón Yates, nada más. Parecía favorito a
ganar esta Vuelta, pero entre unas cosas y otras sale de Asturias en medio de
un mar de dudas. Pudo ser peor, pues cuando Yates se escapaba a la caza de Pinot,
movió el codo como sólo él sabe hacerlo para que fuera otro el que saliera a la
caza del líder.
Simón Yates, que es frío y pragmático, pero sobre todo inteligente, durante
la etapa reina de hoy, tuvo que recordarle a Quintana sus acusaciones sobre si
su equipo trabajaba poco cuando él iba vestido de rojo. Lo hizo de manera
vehemente, abroncando visiblemente al colombiano después de una ascensión en la
que se negó a cerrar cualquier hueco. Su enfado lo transformó en un último
ataque en los metros finales con más impacto psicológico que real.
De Valverde, solo se puede decir que es generoso y sacrificado, pero sobre todo que es un
superclase, fue quien al final tuvo que salir a por todas. Parecía ya
descolgado junto a Kruijswijk (que también remontó), con Urán por detrás de él,
cuando sacó fuerzas de no se sabe dónde para alcanzar al grupo de Quintana y
cerrar el hueco con Yates que el colombiano se había negó a trabajar. Es
curioso que en la lógica de Movistar sea Valverde el que se desvive por
Quintana cuando superado el trípico astur-leonés el murciano sigue yendo por
delante en la clasificación.
Miguel Ángel López, que es joven y ambicioso pero sobre todo es impetuoso, fue
quien agitó el manzano de la sidra antes que Pinot y también quien llegó a la
meta en segunda posición. Si en Les Praeres había decidido que la rueda buena
era la de Quintana, en los Lagos de Covadonga se conjuró para preocuparse
únicamente de sí mismo y de sus fuerzas, sin mirar a nadie más. Se precipitó
atacando demasiado pronto, pero se acabó beneficiando de las luchas entre los
tres grandes nombres de esta Vuelta.
El otro joven metido en la
lucha es Enric Mas, un jovencísimo, descarado, pero sobre todo es ilusionante,
fue el sexto gran nombre de la ascensión a los Lagos de Covadonga aunque pasara
más desapercibido de lo que se merecía. Con apenas 23 años, se codeó con los
grandes líderes del pelotón, les tuteó y hasta tuvo los arrestos de atacarles,
de desafiarles, aunque finalmente no pudiera despegarlos de su rueda. Es sexto
en la general y se confirma como la gran esperanza del ciclismo español.
Entre
galegos na luna, y culines de sidra, el gran beneficiado de la etapa fue
Thibaut Pinot, que es grande y maldito
pero sobre todo es noble, husmeó las sensaciones ajenas que se entremezclaban
entre la niebla y vio clara la estrategia. Tan pronto como superó la
terrorífica Huesera, cambió el ritmo y se fue. Que le siguiera quien quisiera,
que a él le iba a dar igual, parecía decir el francés. Intuía ya entonces que
nadie se iba a solapar a su rueda y que la soledad iba a ser su única compañera
hasta levantar los brazos sobre la línea de meta.
La etapa reina de La
Vuelta, fue menos reina quizá de lo que se podía esperar. Entre escaramuzas
varias y guerra entre los favoritos, todo quedó tan abierto como estaba entre
los cuatro hombres llamados a jugarse la victoria final: Yates sigue líder,
Valverde a 26 segundos, Quintana a 33 y López a 43.
Con
una clasificación tan apretada será la contrarreloj de Cantabria, las
escarpadas cuestas de Bizkaia y los clásicos puertos de Andorra los que terminarán
de ordenar las piezas.
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