domingo, 9 de setembro de 2018

EL TRIPTICO ASTUR-LEONES.

Después del final de  la única etapa de la Vuelta Ciclista a España  por tierras gallegas llegaba el tríptico astur-leonés
Después de que la Vuelta  sometiera a los ciclistas a la tortura  de las carreteras gallegas y de que las meigas  intentaran que no pasara nada,  la realidad es que pasó de todo. Los  207 kilómetros inmisericordes entre Mondoñedo y el Faro de Estaca de Bares se hicieron largos, sin un segundo de respiro ni de calma. Todo pareció una continua improvisación en un pelotón ahogado por su propio ritmo y con un río revuelto entre el Mitchelton de Simón Yates y el Movistar de Nairo Quintana y Alejandro Valverde. Dice aquel refrán popular: “A río revuelto, ganancia de pescadores”, fue Jesús Herrada el que pescó una pieza con la que ni siquiera había soñado. El ciclista español probó el dulce sabor del rojo. Llega al tríptico como el nuevo líder de La Vuelta a España con tres minutos y 22 segundos de ventaja sobre Simon Yates, 1,23 sobre Valverde y 2,26 sobre el escarabajo Quintana.  Un premio de excepción para Herrada en tierra meiga, después de un año en que decidió abandonar el confort del Movistar para buscar su propia luz en Cofidis.
El tramo clave de esta Vuelta tendría que haber estado en el tríptico astur-leonés con sus tres llegadas en alto y seguidas: La Camperona, Les Praeres y Lagos de Covandonga. Tres llegadas que condesaban la parte fundamental de la montaña de esta edición de la Vuelta a España.
Fue un fin de semana que tenía que haber arrojado algo de luz entre los favoritos antes de la decisiva crono del próximo martes en Torrelavega y las etapas de Monte Oiz en el País Vasco y Andorra. Pero la verdad es que después de los tres días con un desnivel acumulado de 9.550 metros, 524 kms., 7 puertos de primera, entre los que estaban La Camperona y Les Praeres que fueron final de etapa, los 4 más de segunda y tercera y el más relevante de categoría especial Lagos de Covadonga, que entre los cuatro primeros  de la general no se llegue al minuto de diferencia, hace que vivamos la emoción y el espectáculo hasta el último día.
El viernes arrancaba por todo lo alto la primera del tríptico con el Alto de la Camperona (8,3 kms. al 7,5 por ciento y tramos de hasta el 19,5) que conllevaba subir también el Puerto de Tarna (13,5 al 5,8). Los dos de primera.
Dicen que cuando Neil Armstrong piso la Luna ya había un gallego, el viernes, cuando el vasco Óscar Rodríguez cruzo la meta en La Camperona,  solo acertaba a balbucear: «No me lo creo, no me lo creo, no me lo creo...». Y era normal que no se lo creyera. Ni vio gallegos ni rabos de gaitas. Cuando se vio en cabeza el único empeño que se puso era el de ganar, no le preocupaba encontrarse al gallego de la luna,  lo único que le preocupaba era mirar continuamente para atrás para saber por dónde venían Rafal  Majka y Teuns que los tenia pisándoles los talones.
Se empeñó en ganar en las descarnadas rampas de La Camperona y entre el cansancio absoluto y la felicidad plena lo consiguió.
Óscar Rodríguez defendiendo los colores del Euskadi-Murias supo ser el mejor de otra fuga numerosa que los equipos de los gallos no supieron controlar y que con una magnifica escalada remacho a Majka y a Teuns cuando faltaban 2 kilómetros del final para gozar de un escenario soñado con una meta para él solo.
La carrera de los favoritos se la disputaron sin sobresaltos ante el miedo y/o respeto que aún se tienen todos. Sin apenas diferencias importantes Jesús Herrada sufrió lo suficiente para mantener por segundo día consecutivo su maillot rojo de líder.
El sábado se corrió la segunda etapa del tríptico y después de tantos y tantos días de escapadas numerosas con final feliz, los equipos de los gallos dijeron basta a los aventureros en el día. Claro que hubo una, pero nació muerta.
No conocía La Vuelta esta etapa con final en la cima Les Praeres, pero seguro que el pelotón no la olvidará jamás. La más dura de todas, rozaba los 3.000 metros de desnivel acumulado y escondía un último tramo demencial entre bajadas reviradas y una pared corta pero explosiva. La subida de apenas cuatro kilómetros tuvo dos tramos: uno donde Nairo Quintana pareció estar jugando con el resto, guardando las fuerzas que otros no tenían, y Simon Yates que en menos de un kilómetro enseñó las cartas y se mostró como el más fresco y fuerte. El de Mitchelton recuperó el rojo que cedió un Jesús Herrada vacío, que estaba subió cuando los demás ya bajaban, llego a más de nueve minutos. Las bonificaciones dejaron al escarabajo colombiano a 25 segundos en la tercera plaza de la general, adelantado por un buen Alejandro Valverde que cazó cuatro segundos se quedaba a 20”. Yates, con este su segundo triunfo, bien se merece brindar con la sidrina asturiana.
La meta de la última del tripticoAstur-Leones estaba situada en los míticos Lagos de Covadonga, antes de la gran ascensión de esta Vuelta, la serpiente multicolor tuvo que ascender dos veces el Mirador del Fito. Ambas de primera y por diferente vertiente: la primera, con 7,1 kms. al 7,7 por ciento y pendiente máxima al 11; y la segunda, similar pero con solo 6,3 kms de subida. Tenía que haber sido el momento para que los favoritos de la general se quitasen las caretas. Tocaba comprobar el estado de forma y las fuerzas de los  candidatos reales al maillot rojo, pero ni Nairo Quintana, que es calculador y conservador, pero sobre todo es orgulloso, sólo respondió de manera tímida a algún movimiento de Simón Yates, nada más. Parecía favorito a ganar esta Vuelta, pero entre unas cosas y otras sale de Asturias en medio de un mar de dudas. Pudo ser peor, pues cuando Yates se escapaba a la caza de Pinot, movió el codo como sólo él sabe hacerlo para que fuera otro el que saliera a la caza del líder.
Simón Yates, que es frío y pragmático, pero sobre todo inteligente, durante la etapa reina de hoy, tuvo que recordarle a Quintana sus acusaciones sobre si su equipo trabajaba poco cuando él iba vestido de rojo. Lo hizo de manera vehemente, abroncando visiblemente al colombiano después de una ascensión en la que se negó a cerrar cualquier hueco. Su enfado lo transformó en un último ataque en los metros finales con más impacto psicológico que real.
De Valverde, solo se puede decir que es generoso y sacrificado, pero sobre todo que es un superclase, fue quien al final tuvo que salir a por todas. Parecía ya descolgado junto a Kruijswijk (que también remontó), con Urán por detrás de él, cuando sacó fuerzas de no se sabe dónde para alcanzar al grupo de Quintana y cerrar el hueco con Yates que el colombiano se había negó a trabajar. Es curioso que en la lógica de Movistar sea Valverde el que se desvive por Quintana cuando superado el trípico astur-leonés el murciano sigue yendo por delante en la clasificación.
Miguel Ángel López, que es joven y ambicioso pero sobre todo es impetuoso, fue quien agitó el manzano de la sidra antes que Pinot y también quien llegó a la meta en segunda posición. Si en Les Praeres había decidido que la rueda buena era la de Quintana, en los Lagos de Covadonga se conjuró para preocuparse únicamente de sí mismo y de sus fuerzas, sin mirar a nadie más. Se precipitó atacando demasiado pronto, pero se acabó beneficiando de las luchas entre los tres grandes nombres de esta Vuelta.
El otro joven metido en la lucha es Enric Mas, un jovencísimo, descarado, pero sobre todo es ilusionante, fue el sexto gran nombre de la ascensión a los Lagos de Covadonga aunque pasara más desapercibido de lo que se merecía. Con apenas 23 años, se codeó con los grandes líderes del pelotón, les tuteó y hasta tuvo los arrestos de atacarles, de desafiarles, aunque finalmente no pudiera despegarlos de su rueda. Es sexto en la general y se confirma como la gran esperanza del ciclismo español.
Entre galegos na luna, y culines de sidra, el gran beneficiado de la etapa fue Thibaut Pinot, que es grande y maldito pero sobre todo es noble, husmeó las sensaciones ajenas que se entremezclaban entre la niebla y vio clara la estrategia. Tan pronto como superó la terrorífica Huesera, cambió el ritmo y se fue. Que le siguiera quien quisiera, que a él le iba a dar igual, parecía decir el francés. Intuía ya entonces que nadie se iba a solapar a su rueda y que la soledad iba a ser su única compañera hasta levantar los brazos sobre la línea de meta.
La etapa reina de La Vuelta, fue menos reina quizá de lo que se podía esperar. Entre escaramuzas varias y guerra entre los favoritos, todo quedó tan abierto como estaba entre los cuatro hombres llamados a jugarse la victoria final: Yates sigue líder, Valverde a 26 segundos, Quintana a 33 y López a 43.
Con una clasificación tan apretada será la contrarreloj de Cantabria, las escarpadas cuestas de Bizkaia y los clásicos puertos de Andorra los que terminarán de ordenar las piezas.

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