domingo, 13 de xaneiro de 2013

DUELOS DE TITANES

En cada época y en cada país, en el ciclismo siempre hubo grandes rivalidades. Si en Francia la rivalidad era Jacques Anquetil y Raymond Poulidor, en Italia, esa rivalidad la tuvieron Fausto Coppi y Gino Bartali y en España el duelo histórico por excelencia fue Federico Martin Bahamontes y Jesús Loroño. Si os preguntara que ciclista subió más veces al podio del Tour de Francia, seguramente la mayoría os equivocaríais. No, no fue Eddy Merckx, ni Miguel Indurain, ni Bernard Hinault, ni Jacques Anquetil, tampoco Lance Armstrog, ni Alberto Contador. Curiosamente fue Raymond Poulidor, un ciclista que nunca lo ganó y que ni siquiera llevó el maillot amarillo un solo día. Entre Anquetil y Poulidor, a pesar de que ambos eran franceses, de edad parecida, pero con diferente personalidad ya que uno era frio y muy competitivo, el otro simpático y amable, pero la rivalidad entre ambos era tal que se podrían escribir varios libros. Mientras Anquetil encarnaba la elegancia, el éxito social, los gustos de la aristocracia y ser el primer ciclista en ganar 5 Tour y ganar las tres grandes, Poulidor representaba a la Francia trabajadora y sin alardes, al trabajo duro y tenerse que conformar con ser segundo en tres ocasiones y tercero en cinco, subiendo ocho veces al podio de París. A Anquetil se le conocía como Monsieur Crono por su dominio de la contrarreloj. De Poulidor en Francia se llegó a decir que “ser un Poulidor” era equivalente a ser segundo, por eso lo del apodo Pou Pou. Su carácter y su espíritu trabajador, además de la mala suerte, hicieron que la afición francesa fuese mayoritariamente tomando partido por él en su duelo con Antequil. Anquetil está en los libros de la historia del ciclismo como el primer pentacampeón del Tour, pero 46 años después Poulidor sigue siendo el ídolo absoluto en Francia, a pesar de nunca ser capaz de ganar el Tour, aunque obtuvo un gran número de victorias, entre ellas una Vuelta a España, la Paris-Niza, la Milán-San Remo o la Dauphiné Liberé. Pero con el paso del tiempo, retirados los dos tuvieron una buena relación. Estando ya muy enfermo de cáncer Anquetil, fue a visitarlo Poulidor y le sorprendió con una broma “en esto también vas a ser segundo”.
En la Italia de entreguerras, el país gozó de grandes figuras del deporte. Gustaba mucho el ciclismo en Italia y el Giro después del futbol, era el mayor evento deportivo del año. Los aficionados se echaban a las carreteras y cunetas para contemplar el espectáculo de los ciclistas escalando las hoy míticas cimas. Era 1936 y los ánimos en Europa estaban cada vez más crispados. A los héroes populares se les pagaba bien para que los tifosi de la bicicleta que eran legión estuviesen contentos. Un toscano gentil, humorado y muy admirado llamado Gino Bartali, de talla mediana, musculado que víctima de una grave caída, sufre una operación en la cara que refuerza la dureza de sus rasgos pero que hacia las delicias de estos aficionados. Hasta que irrumpe el piamontés Fausto Coppi, un tipo zancudo de piernas interminables y torso pequeño, una figura delgada, de ave rapaz, de la que sobresale una nariz delgada y ojos saltones, pero que cuando se sube a la bicicleta todo cambia para ser la religión enfrentada del ciclismo italiano. El ciclismo en Italia fueron ellos dos. Uno guapo y otro feo, uno católico y el otro ateo, uno conservador y el otro casi comunista. Bartali era hosco pero enamoraba, era el diésel fiable y de intenciones claras, tradicional, elegante, italiano de viejas esencias. Coppi era impredecible y melancólico, ciclista a golpe de inspiración, huidizo, tímido, enjuto, revolucionario a su manera, pero caía bien aunque nadie acababa de entenderle. La realidad era que ambos ofrecían un abanico teórico de diferencias que colmaban la libido de los periodistas y aficionados. Siempre juntos pero no revueltos y con una rivalidad más sobre el papel y en las bocas de los aficionados que entre dos hombres que, en honor a la verdad, fueron más amigos que enemigos aunque nunca quedaron para tomarse algo. No importaba. El palmarés de cada uno, ahí está. Lo mismo que aquella última imagen en el Aubisque del Tour de Francia de 1949 cuando Coppi acaba de coger a Bartali. Van pegados. Coppi agarra su bidón, bebe y se lo pasa a Bartali: “Puedes beber, aún queda”. La foto así los inmortaliza, en la que se ve el bidón pasar de una mano a la otra, con una leyenda que explica que ha dado de beber a su amigo.
Ha mediado de los años cincuenta, el ciclismo vuelve a dividir España. Jesús Loroño y Federico Martin Bahamontes protagonizaron una terrible rivalidad, llena de traiciones y emboscadas, que disparó el interés por este deporte. A diferencia de Francia e Italia, donde los duelos tenían mucho de románticos, en España parecía una pelea callejera, o eras de Bahamontes o eras de Jesús Loroño. No había lugar para la neutralidad. La pelea entre ellos tuvo muy poco de honesta y elegante. Fue una sucesión de cuchilladas que llego a su punto álgido en la delirante Vuelta a España de 1957. Eran dos ciclistas que solo tenían en común su faceta de escaladores, en lo demás nada tenía que ver. Jesús Loroño (vizcaíno), era un tipo cálido y amable, con una excelente fama en el pelotón. Bahamontes (toledano de pura cepa), era todo lo contrario; polémico, solitario, egoísta, pesetero (según los que corrieron a su lado), con más calidad que cualquiera de sus compañeros de generación, pero su carácter individualista jugó muchas veces en su contra. Estos dos genios del ciclismo español fueron capaces de dividir y copar la actualidad deportiva del país. Pero la convivencia de dos gallos en el mismo corral es imposible, por eso las disputas entre los dos fueron muy sonadas. La lucha encarnizada y poco elegante que mantuvieron, se puede decir que empezó con la ayuda de Bahamontes remolcando al italiano Angelo Conterno en la Vuelta a España de 1956 y que terminó por agrandar la enemistad entre los dos ciclistas. El punto más álgido y tensó ocurrió durante la disputa de la Vuelta a España de 1957. Entonces se corría por selecciones y la española llegaba con un equipo repleto de enemigos de Bahamontes. Camino de Mieres, Bahamonte se puso líder, pero en la 10ª etapa con llegada a Tortosa, el seleccionador Luis Puig, Jesús Loroño y Bernardo Ruiz (otro de los que no podían ver a Bahamontes), le prepararon una emboscada. Ruiz y Loroño atacan, cuando Bahamontes trata de reaccionar, Luis Puig pone el coche a su lado y le pregunta “¿a dónde vas Fede?”. Bahamontes enfurecido le responde “A por esos, que se me escapa la Vuelta”. Luis Puig le pide que los deje ir, pero el toledano se resiste a la decisión. Llegando el seleccionador a colocar el coche delante para cortar su marcha y Jesús Galdeano compañero de selección le agarra por el maillot para frenarle. Loroño ese día se sitúa líder con una ventaja de diez minutos sobre Bahamonte que al llegar al hotel no paró de repetir “¡robo, robo, robo!”. Acercándose Loroño que le agarra por el pecho y le levanta la mano. El Águila de Toledo se encierra en su cuarto y no baja a cenar esa noche. Loroño ese año ganó la Vuelta, algo que nunca lograría Bahamontes. Bahamontes-Loroño, Loroño-Bahamontes, disputas aparte, el ciclismo español es mucho lo que les debe a estos dos ciclistas. Los protagonistas españoles dejaron la reconciliación para muchos años después, cuando ya eran unos jóvenes con más años que buscaban a quien contarles sus batallas. ¿Y TÚ DE QUIEN FUISTE?

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