Ayer se
inicio una nueva edición de la mejor carrera del mundo por etapas. Tal día como
hoy de hace un año, nueve ciclistas del desaparecido Euskaltel-Euskadi
disputaron por carreteras francesas la 100 edición y última del equipo, con
Igor Antón y Mikel Nieve como líderes con opciones a ocupar puestos en el top
10 de Tour de Francia, al final Nieve termino 12º y Antón 23ºen la
clasificación general final.
De
aquellos hombres que formaron parte de la última plantilla del histórico
Euskaltel, sólo dos tomaron ayer la salida
en la ciudad inglesa de Leeds: Mikel Nieve, hoy en el Sky de Chris
Froome e Ion Izagirre con el Movistar, que el pasado domingo ganó el Campeonato
de España de fondo en carretera.
Ninguno
de los dos conseguirá alcanzar el top 10 en esta edición, ya que su misión será
ayudar a sus líderes en sus respectivos objetivos. La única esperanza recaerá en
Ion Izaguirre que podría tener vía libre en algunas etapas de la carrera para
buscar un buen resultado en caso de que Alejandro Valverde no lograse codearse
con los principales aspirantes al podio.
Este guipuzcoano demostró el pasado domingo en Ponferrada que se encuentra en
un buen momento de forma.
Mikel
Nieve, por su parte, es el tercer hombre del Sky por detrás del indiscutible
líder y vigente campeón Chris Froome y de Richie Porte.
La
diferencia que veremos este año en este Tour de Francia con los años anteriores
será evidente. A pesar de que estos dos ciclistas del legado del Euskaltel,
junto a los otros siete participantes de Bizkaia, Guipuzkoa y Navarra que
seguramente volverán animaran la carrera en los puertos de montaña de los
Vosgos, Alpes, y Pirineos como solían hacerlo siempre, lo que observaremos será
la gran ausencia de la afición vasca, seguramente seguirán acudiendo a las
principales ascensiones pirenaicas, pero la ausencia de un equipo propio a
quien animar seguramente provoque que muchos de los que acudían otros años no
lo hagan en esta ocasión. Durante 13 años consecutivos la motivación de arropar
a los Euskaltel permanecía vigente y era una obligación ineludible de todo
aficionado vasco.
Por
primera vez en muchos años, cientos de aficionados han dejado de recibir la
camiseta con la que jalear ese legado naranja que ya amenaza con difuminarse
sin remedio, como lo podremos comprobar en este Tour de Francia 2014.
Mientras
ese cocinero y la camarera vasca elaboraban y servían las tapas, los pinchos,
la tortilla de patata y el bacalao al pin pin, las calles y las plazas de Harrogate
(Inglaterra), rebosantes de aficionados, recibían al pelotón en esta primera
etapa del Tour donde ganaba el alemán Marcel Kittel. Yorkshire se llevaba el
premio a la fotogenia y el Tour de Francia lograba lo que no consiguiera
Napoleón: conquistar el Reino Unido.
Una
primera etapa con varios ganadores y un solo perdedor, Mark Cavendish que como
buen ingles, tenía en mente convertirse en el primer líder británico en suelo
británico y eso que su madre llena de lagrimas y de razón le había dicho
aquello de: NO CORRAS, HIJO. Al velocista del Omega le pudo el ansia y en pleno
sprint se apoyó en el australiano Simon Gerrans y ambos rodaron por el asfalto
con graves consecuencias para el ingles: una dislocación en el hombro que le
hace abandonar en la segunda etapa. Primera baja del Tour, que deja a los
sprinter restantes sin uno de sus mejores hombres.
Hoy se corrió la segunda
etapa en tierras inglesas donde pudimos observabar alucinados al gentío que convertía cada colina en
un pequeño Galibier; cada
muro en una rampa del Tourmalet,
pero que también tenía sus peligros, y es que había tanta gente que se colocaba hasta en los
descensos y llanos, desiertos habitualmente en la propia Francia. Increíble,
pero es que en Inglaterra hay gente (pa tó), como diría un andaluz.
La etapa presentaba un recorrido que recordaba a las clásicas
de las Ardenas. Se la denominó como la Lieja británica con nueve cotas
puntuables (cinco de tercera, tres de cuarta y una de segunda), más de 3.00
metros de desnivel y una rampa del 30% a cinco kilómetros de la meta. Vincenzo Nibali
supo manejarse bien en los kilómetros finales y sorprendió a sus rivales en Sheffield, el tiburón del
estrecho de Messina, no solo ataca en el mar; traducido al ciclismo, sabe atacar en las
subidas y en el llano, consiguiendo lo que está al alcance de pocos, vestirse
de rosa en el Giro, de rojo en la Vuelta y hoy de amarillo en el Tour.
Atacó Contador en el último muro y respondió cuando quien
hizo el experimento fue Froome, ataco Peter Sagan, pero el demarraje triunfal
fue el del “Tiburón”, que lanzo su mordisco a dos kilómetros y venció en
solitario. De momento Nibali les sacó dos segundos en una etapa peligrosa que
rompió el pelotón en mil pedazos, los favoritos llegaron juntos, Alejandro
Valverde entre ellos.
En Inglaterra, al igual que en Los Vosgos, Alpes o Pirineos
no veremos a la Marea Naranja, símbolo de una afición animando a sus ciclistas.
Ya no volveremos a ver esa afición, esa tradición, esos conocimientos, ese amor
y pasión por un deporte como demostraban las imágenes de cualquier etapa de
montaña cerca de los Pirineos en el Tour o la Vuelta durante la última década.
Eso sí, en nuestra retina nos quedara para
siempre el recuerdo de los maillots naranja inundando la carretera y los arcenes.
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