luns, 8 de setembro de 2014

SEGUNDA SEMANA DE LA VUELTA CICLISTA A ESPAÑA 2014

Nairo Quintana, tras la caida
sufrida en la undécima etapa.
Después de una primera semana de carrera que fue dura e intensa, más por la tensión y el clima que por el recorrido en sí y tras la jornada de descanso el martes se disputo la crono de 36 kilómetros con Nairo Quintana que llegaba de líder pero que de momento no era el ciclista que mejores sensaciones había dejado en esa primera semana cuando el resto de favoritos ya habían tenido sus momentos, siendo Alejandro Valverde y Alberto Contador los que más se dejaron ver. El uno se exhibió en la Zubia, con victoria y liderato y el otro que atacó en la llegada de Valdelinares, mostraba buenas piernas y sensaciones. Purito lo mismo que Nairo no se había enseñado como los anteriores pero tampoco habían tenido grandes momentos de debilidad mientras que Chris Froome parecía ser el que peores sensaciones estaba teniendo de entre los gallos. A pesar de ganar algún segundo en la meta de Alcaudete, sufrió, junto con Valverde, en la llegada de Valdelinares, perdiendo una veintena de segundos con el resto de favoritos. Después de lo visto, la crono se planteaba apasionante, y aquellos que mejor se adaptasen a esta dura contrarreloj tendrían las de ganar partiendo con ventaja de cara a la montaña cantábrica.
Lo hecho por Contador en esta crono no tiene nombre, disputo una contrarreloj de esas que llaman la atención por sí sola, que si  sumamos las circunstancias que rodearon su participación en esta Vuelta, seria para enmarcar. Quedo cuarto por detrás de dos monstruos que saben de lo que es luchar contra el crono: Tony Martin y Fabian Cancellara y de un no menos sorprendente Rigoberto Uran que hizo la crono de su vida. Tiene que ser muy duro para los gallos del pelotón, que el Pistolero de Pinto que decía no estar al 100% venga a la Vuelta y se los meriende a todos con la facilidad que lo hizo y que de momento lo continua haciendo.
El gran damnificado en esta etapa fue Nairo, una caída en el descenso del Moncayo le dejo sin muchas de sus opciones. Una caída que el ciclista en la línea de meta achacaba a que los frenos le habían fallado. ¡Nairo, que lo hemos visto todos, te has despistado, has entrado pasado y claro, rectificar una trazada con la bici de contrarreloj con lenticular cuesta, como has podido comprobar!. Otro al que la crono le ha dejado bastante tocado fue a Chris Froome.
Gano Tony Martin y Contador se vistió de rojo como líder de la carrera.
El miércoles Navarra acogía en su territorio una etapa de la Vuelta que era de montaña y que salió de Pamplona para terminar en la inédita ascensión al Santuario de San Miguel de Aralar y donde Contador haría su primera defensa del liderato.
En el angosto callejón de acceso al Santuario, el imprevisible Chris Froome se quedó descolgado del grupo de los gallos. En pleno sufrimiento, su gregario, Dario Cataldo, estiro el grupo cabecero poco después de neutralizar a su compañero Kiryenka. Todo un despropósito del equipo Sky por la ausencia de sintonía que desconcertó a sus adversarios que se miraban perplejos, intuyendo el planteamiento de una estrategia sorprendente. Un temor infundado, porque en el equipo británico parece que cada uno hace la guerra por su cuenta.
A esas alturas de la etapa Nairo Quintana ya había dicho adiós a la Vuelta tras haberse visto envuelto en una nueva caída. Las exploraciones realizadas en la Clínica San Miguel de Pamplona  confirmaron una fractura de la escápula derecha con desplazamiento.
Fabio Aru, celebra su victoria en
San Miguel de Aralas.
El joven escalador italiano Fabio Aru que había sido la gran revelación de la pasada edición del Giro de Italia, que se había anotado la etapa con final en Plan di Montecampione, que fue segundo en la cronoescalada del Monte Grappa y que acabó tercero en el podio final, se imponía en el Santuario  de San Miguel de Aralar. Froome sufrió, hizo la goma, pero a su estilo particular y que tanto practica en esta Vuelta logró conectar con el grupo de Contador agarrándose a la estela de los buenos y logrando salvar el día. Una etapa, que excepto por la retirada de Nairo Quintana, no provocó alteraciones en la general.
El jueves en el circuito de Logroño John Degenkolb logra su tercer triunfo de etapa de la presente Vuelta, situándose como uno de los grandes protagonistas de la competición y reforzando además su condición como líder de la clasificación de la regularidad.
El viernes en el Parque de Cabárcenos, con su aspecto lunar y sus animales en semilibertad ajenos al paso de los ciclistas que dentro de ese espacio fantástico y lleno de cosas por descubrir, vimos como Dani Navarro encontraba el cielo en la recta del hábitat natural de esas jirafas que se asustaban ante el volar bajo de los helicópteros, y donde las avestruces, como todos los días andaban preocupadas a la caza de esos turistas incautos, o si miramos para el otro lado del Parque donde pacen los osos pardos, proclives a aparearse a la vista del personal visitante. Hoy los ciclistas entraban sin pagar, aunque tampoco tuvieron tiempo de disfrutar de todo lo que nos ofrece este maravilloso Parque de Cabárcenos. Precisamente después de las taquillas, en la primera curva, hay una subida muy fuerte de 700 metros, y donde los coches suben en primera, aunque hay valientes que se atreven con la segunda, Dani ni primera ni segunda, solo a golpe de riñón fue donde cogió ventaja con un ataque monumental, que aunque ese Chris Froome, que no se sabe si entra o si sale; si sube o si baja, y eso que no es gallego, pego el estirón para tratar de ganar tiempo, pero Dani tiene hueco y cruza primero la meta de Cabarcenos. Mientras los elefantes, las jirafas, los leones y los osos seguían asustados con el estruendo de los helicópteros pero ajenos a la fantástica lucha de los verdaderos protagonistas por un día en Cabarcenos.
El sábado se iniciaba el tríptico de finales en alto en la cordillera Cantábrica con una etapa de 200,8 kilómetros entre Santander y La Camperona, un puerto de 8,3 km al 7,5%. Algunos pensaban que Froome ya estaba derrotado, pero no hay que olvidar que es un autómata, un ciclista inhumano que tiene un objetivo y lo cumple, salvo error u omisión. Ya de por sí, tiene un aspecto extraño sobre la bicicleta, una forma de pedalear única y un aspecto tan desgarbado cuando está en carrera. Pero que en la realidad hay que reconocer que es una verdadera máquina, que funciona enchufada a un ordenador, que le transmite las instrucciones vía satélite. Froome se mide con parámetros diferentes al resto del pelotón. Para él no es cuestión de sensaciones, sino de vatios; él no observa a los rivales ni a la carretera, solo atiende al pulsómetro, que es su verdadero amigo, el que le dice lo que debe hacer, lo que puede o no puede intentar en cada momento. En la subida a la Camperona su forma de trabajar llegó a la sublimación. Vimos cuando atacó Valverde a pie de puerto, y le siguieron los favoritos a ganar esta Vuelta, incluido Fabio Aru. 
Chris Froome, en el momento en que cruza la meta en
La Campera.
Él se quedo, o parecía que se quedaba, porque ya no se sabe. Parece inhumano, los sentimientos no le afectan, los ataques a los que no responde no le comen la moral, es una verdadera máquina que actúa al ritmo que le dice el pulsometro que lleva en la parte alta del manillar. Mirando hacia el suelo, como siempre, como si estuviese derrotado o las fuerzas no le acompañaran. Ni le importo haber perdido la rueda de los demás, con sus brazos arqueados sobre el manillar y su gesto impenetrable, él siguió a su ritmo que no es otro que el que le marca el pulsómetro y que es el que le dice cuándo, cómo y, posiblemente, por qué.
Seguramente sus rivales pensarían que estaba derrotado. Ya nadie se acordaba que en Aralar se quedo atrás pero acabó con los mejores. Él solo espera que el pulsómetro le diga que adelante, para imponer su ritmo, llegar a la altura de Valverde, un ciclista de sensaciones, al que paso como un avión, lo mismo que hizo con Aru, con Purito y con Contador. A todos les sacó tiempo, dejándoles con la duda. En la meta el más feliz era Ryder Hesjedal, escapado y vencedor de la etapa. En el resto de las clasificaciones  todo seguía igual.
Hoy la meta estaba en los Míticos  Lagos de Covadonga donde afloraron vigorosas rivalidades antes disimuladas. Si Contador espera que Valverde o Purito le ayuden a sepultar a Chris Froome, lo lleva claro. En esta emblemática cima, el Pistolero de Pinto atacó en cinco ocasiones para descolgar definitivamente a un Froome especialista en hacer la goma y en administrar con sabiduría los esfuerzos, pero nunca tuvo el relevo de Purito ni el de Valverde. Ellos le dejaron hacer pegándose a su estela. El del Katusha le miraba, el del Movistar se agarraba a la rueda del del Saxo Tinkoff que ascendía con los dientes apretados y a zarpazos. En las duras rampas de la Huesera, vimos que los rostros mostraban fatiga extrema, vimos a Contador dando esos acelerones intensos y prolongados, pero también vimos la versión más madura de Valverde, estando siempre atento, sin perder la compostura por los martillazos del líder, pero también vimos la asombrosa capacidad agonística de Froome, trepando a ritmo de molinillo y al que no terminan de sepultar.
En línea de meta Contador se quejaba de falta de colaboración, no entendía la ausencia de ayuda para eliminar al enemigo más peligroso, se lamentaba por la pérdida de otra oportunidad para aumentar la diferencia, se mosqueaba porque se aprovechasen de su trabajo, se enfadaba porque le atacaban en los últimos metros para arrebatarle unos segundos, se incomoda por el desgaste extra de energías que puede pasarle factura en la última y durísima semana. Eso sí, el líder continua exhibiendo su jerarquía, pero esta mosqueado y no lo disimula.
Ajeno a esta guerra psicológica, el polaco del Lampre Pezemyslaw Niemiec se anotó la etapa e inscribió su nombre con letras de oro en la historia de la Vuelta.
En las rampas de Los Lagos de Covadonga, hoy se firmó una crónica de desencuentro. Un ejercicio de intereses contrapuestos que, sin duda, tendrá consecuencias inmediatas.
Aviso a navegantes.

Algunos se lamentaran de no haber rematado al británico.

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