Desde
que el francés Maurice Garin ganase la primera edición en 1903 del Tour de
Francia, año tras año se fue superando hasta ser la carrera de ciclismo más
seguida en el mundo y donde compiten los mejores ciclistas de todos los países.
Tras
102 años de vida son muchas las anécdotas, curiosidades, algún despropósito,
despistes históricos y las interrupciones desde 1915 a 1918 a causa de la
Primera Guerra Mundial y desde 1940 hasta 1946 debido a la Segunda Guerra
Mundial.
La
épica del ciclismo da para mucho más que para acurrucarse en el sofá y dormitar
en la sobremesa durante el mes de julio. No discuto que la cadencia del pedaleo
en las largas retransmisiones y los paisajes bucólicos que aparecen en pantalla
conducen por sí mismos a la modorra. Pero también hay otros momentos en los que
los ciclistas nos ofrecen esos momentos gloriosos. Bien por sus hazañas, bien
por sus penurias. Este post va para recordar algunos de los momentos que dimos
un respiro al sofá:
Cuando
se corrió el primer Tour, en 1903, solo un ciclista utilizó una rueda libre, el
resto corrieron dicho Tour a piñón fijo, y sin frenos.
La
siguiente edición de 1904 del Tour de Francia estuvo marcada por una serie de
escándalos que culminaron con la exclusión de los cuatro primeros de la
clasificación general, en parte como resultado del uso no autorizado de la vía
férrea. El ganador de esa II edición fue el francés Henri Cornet 5º
clasificado, con 19 años fue el ganador más joven del Tour. Sin embargo, el más
longevo fue Firmin Lambot, en 1922, con 36 años.
Por
aquella época se obligaba a los ciclistas a usar, durante toda la carrera, una
sola bicicleta y a ser reparada únicamente por ellos mismos.
Hasta
1905 el Tour se corría también de noche, con la sola iluminación de la luz de
las bicicletas. En los grandes puertos los ciclistas alternaban el pedaleo con
la marcha a pie.
En
1906 por primera vez el Tour atraviesa una frontera y llega a Alemania, los
policías alemanes fueron invitados por sus jefes, a no iniciar procesos orales
a los ciclistas, por exceso de velocidad.
En
1919 en Grenoble, los periódicos de la época señalan a Eugene Christophe como
el primer ciclista en vestir el maillot amarillo que señalaba al líder de la
competición. Pero el belga Philippe Thys afirmó, sin que existan motivos para
ponerlo en duda, que él lo había usado en 1914. Nunca se sabrá quién fue el
primero, el caso es que desde 1919 el líder de la clasificación general lleva
el maillot amarillo.
En
1920, los siete primeros clasificados fueron belgas.
Tras
la repercusión que habían tenido entre el público las etapas de montaña, en
1933 los organizadores crean el Gran Premio de la Montaña, premio que se
extendió a las demás pruebas hasta el día de hoy.
En
1934 se disputa la primera contrarreloj individual que ganó Antonin Magne, que
empleo 2 horas 32 minutos y 5 segundos en recorrer los 90 kilómetros.
En
1950, existe la historia de un ciclista que se emborracho en plena carrera. Hay
que tener en cuenta que por aquella época los ciclistas solían tomar bebidas
alcohólicas para motivarse, aunque no fue precisamente el caso de Abdel Kader Zaaf.
Este
ciclista argelino no ingirió voluntariamente alcohol sino que fue un aficionado
quien quiso ayudarle a suavizar el efecto de las altas temperaturas durante la
etapa Periñan-Nimes. En la cima de un repecho, Zaaf agarró una botella que le
tendió un aficionado, pegándole un ansiado lingotazo, al sentir un sabor fuerte
trato de escupirlo, pero ya había bebido suficiente vino de Corbieres. Como
buen musulmán, al no haber probado nunca el alcohol, el resultado fue
desolador. El vino, sumado al calor, el sobreesfuerzo físico y demás, hizo que
el ciclista se desplomase. Los espectadores se le echaron encima, lo detuvieron
y lo tumbaron a la sombra de un árbol, donde se desmayó bajo los efectos de un
coma etílico. Zaaf tuvo días mejores y pasó a la historia como el primer
africano en ganar una etapa del Tour de Francia.
La
primera photo-finish fue tomada en el año 1955 y un año después se autoriza el
cambio de rueda luego de un pinchazo.
En
1966, los primeros controles antidoping, hace que los ciclistas hagan una
huelga.
En
1967, para que el público conozca a los ciclistas y los pueda tocar, se corre
el primer Prólogo.
En
el capítulo trágico, desgraciadamente el Tour también tiene su historia. Tres
ciclistas murieron durante la carrera: el español Francisco Cepeda, en 1935
chocó con su bicicleta en el Pass del Galibier. El británico Tom Simpson, murió
por agotamiento y por haber tomado anfetaminas durante la subida al Mont Ventoux
en 1967 y el italiano Fabio Casartelli que el 18 de julio de 1995, durante la
15ª etapa, sufrió un accidente durante el descenso del Col de Portet d´Aspet,
en los Pirineos. Las graves lesiones de cráneo y cara le hicieron perder la
consciencia, falleciendo en el traslado en helicóptero al hospital tras varios
intentos de reanimación después de que perdiese la respiración.
Los
despistes también tienen su apartado en el Tour de Francia, el más famoso fue
el de Pedro Delgado en la crono de la edición de 1989 celebrada en Luxemburgo.
Visto con perspectiva puede resultar gracioso, pero en su momento fue
dramático. Salir con un retraso de 2´40” minutos supuso que Perico, que venía
de ganar la carrera el año anterior y era favorito, perdiese el Tour antes de
salir.
Cuando
el italiano Giuseppe Guerini cruzó la pancarta del último kilómetro en la
subida a Alpe d´Huez en 1999 nunca imagino lo que le esperaba. Sobre todo
porque afrontaba relativamente tranquilo el último tramo con una ventaja
considerable respecto a sus perseguidores. A escasos 50 metros de entrar en la
zona vallada para el público, un aficionado se puso a sacar una foto al héroe
del día, quedándose quieto en mitad de la carretera sin percatarse de que el
ciclista estaba prácticamente a su lado. Apuró tanto que cuando quiso apartarse
terminaron los dos en el suelo. El mítico comentarista de Televisión Española
Pedro González, estaba tan indignado con la situación que no paraba de repetir
durante la retransmisión “Hay que ser tonto. Hay que
ser tonto para provocar una situación de este tipo en el tramo final de la
carrera”. La insistencia fue tal que el fotógrafo frustrado pasaría a la
posteridad como: “El Tonto de Alpe d´Huez”. La
historia, sin embargo, tuvo final feliz.
Chinchetas
en la carretera, atropellos con vehículos, ayudas para bajar más rápido los
puertos, enfados con los organizadores, críticas a los ganadores o aprovecharse
de las ventajas del bacalao son algunas de las anécdotas más curiosas,
novedosas e inesperadas.
A
nada de esto se escapó la edición de este año y que también quiero enumerar
aquí: Para empezar citare la presencia de esos ciclistas negros que ya están
ahí, en los puntos de auténtica refriega, pedaleando como los ángeles aunque
después se desvanezcan. A diferencia de los orientales, esta vez los ciclistas
de sangre africana han llegado para quedarse. Nunca me imaginé que la
televisión francesa ofreciese tan pocas imágenes del líder de la carrera.
Estaba claro que para ellos, cuanto menos saliese Chris Froome, mejor. Con
Thibaut Pinot, en cambio, se cebaron resultando casi patético porque, pese a la
voluntad del ciclista, una y otra vez siempre le superaban, hasta que en Alpe
d´Huez se destapo por suerte. Lo merecía, pero lo de la tele fue ridículo. Por
cierto, con las horas y horas de tediosa retransmisión, la mala leche de los
cámaras del helicóptero, que, ante la coreografía artesanal y multitudinaria
montada a ras de suelo para que ese helicóptero les filme y el pueblo en
cuestión luzca en la tele apenas 10 0 15 segundos, con el tiempo que les
llevaría prepararlo. Aunque acto seguido nos emborrachan de bosques, caballos,
girasoles, trigales, vacas y, lo que es más grave, castillos e iglesias.
Asimismo,
la bajada a tumba abierta del bravo Bardet en el Col du Mollard, liado a
patadas con el cambio o la cadena, hablando por el pinganillo con su director,
agarrando la bici con una sola mano en muchos tramos, medio girando la espalda
en espera del coche del equipo, todo ello mientras va trazando curvas a más de
60 kilómetros por hora sobre una calzada irregular. Teniendo en cuenta el
factor riesgo, prefería no haberlo visto y así evitar la piel de gallina. De
haber estado en otro puesto en la clasificación general, con ese punto loco y
animal, podría haber reventado al líder, su situación no era para correr
riesgos innecesarios ya que una cosa es la victoria y otra distinta la gloria.
La
agresión por parte de un espectador a Richie Porte tratándolo de dopado, el
lanzamiento de una bolsa llena de orina, escupitajos, insultos y amenazas a Froome
son situaciones desagradables que nunca deberían pasar. Estas aptitudes no
hacen bien al ciclismo, decepcionan a cualquiera, son inaceptables y por
supuesto totalmente condenables.
El
tiroteo que puso en jaque a París el día que el Tour terminaba en los Campos
Elíseos fue otra de las anécdotas de un incidente clásico de la madrugada de un
sábado, un incidente nada alarmante que fue una casualidad que coincidiese con
el final del Tour, lo mismo que el hombre de blanco que salto a la carretera
ataviado con una larga bata blanca y con los brazos extendidos, para colocarse
delante del pelotón en medio de los Campos Elíseos, los ciclistas tuvieron que
esquivarlo para evitar un accidente que afortunadamente no se produjo.
Unas
excentricidades de parte de un público que hay que condenar enérgicamente.
Espero
que esta recopilación extradeportiva sirva para conocer mucho más en
profundidad el gran espectáculo del deporte de sensaciones, del ciclismo de
vencedores y vencidos que forman parte de la mística de las dos ruedas, donde
héroes y ciclistas de menor renombre han conseguido que el Tour de Francia sea
la mejor carrera del mundo.
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