luns, 3 de agosto de 2015

LAS VACAS DEL PUEBLO SE ESCAPAN PARA VER EL TOUR DE FRANCIA

Desde que el francés Maurice Garin ganase la primera edición en 1903 del Tour de Francia, año tras año se fue superando hasta ser la carrera de ciclismo más seguida en el mundo y donde compiten los mejores ciclistas de todos los países.
Tras 102 años de vida son muchas las anécdotas, curiosidades, algún despropósito, despistes históricos y las interrupciones desde 1915 a 1918 a causa de la Primera Guerra Mundial y desde 1940 hasta 1946 debido a la Segunda Guerra Mundial.
La épica del ciclismo da para mucho más que para acurrucarse en el sofá y dormitar en la sobremesa durante el mes de julio. No discuto que la cadencia del pedaleo en las largas retransmisiones y los paisajes bucólicos que aparecen en pantalla conducen por sí mismos a la modorra. Pero también hay otros momentos en los que los ciclistas nos ofrecen esos momentos gloriosos. Bien por sus hazañas, bien por sus penurias. Este post va para recordar algunos de los momentos que dimos un respiro al sofá:
Cuando se corrió el primer Tour, en 1903, solo un ciclista utilizó una rueda libre, el resto corrieron dicho Tour a piñón fijo, y sin frenos.
La siguiente edición de 1904 del Tour de Francia estuvo marcada por una serie de escándalos que culminaron con la exclusión de los cuatro primeros de la clasificación general, en parte como resultado del uso no autorizado de la vía férrea. El ganador de esa II edición fue el francés Henri Cornet 5º clasificado, con 19 años fue el ganador más joven del Tour. Sin embargo, el más longevo fue Firmin Lambot, en 1922, con 36 años.
Por aquella época se obligaba a los ciclistas a usar, durante toda la carrera, una sola bicicleta y a ser reparada únicamente por ellos mismos.
Hasta 1905 el Tour se corría también de noche, con la sola iluminación de la luz de las bicicletas. En los grandes puertos los ciclistas alternaban el pedaleo con la marcha a pie.
En 1906 por primera vez el Tour atraviesa una frontera y llega a Alemania, los policías alemanes fueron invitados por sus jefes, a no iniciar procesos orales a los ciclistas, por exceso de velocidad.
En 1919 en Grenoble, los periódicos de la época señalan a Eugene Christophe como el primer ciclista en vestir el maillot amarillo que señalaba al líder de la competición. Pero el belga Philippe Thys afirmó, sin que existan motivos para ponerlo en duda, que él lo había usado en 1914. Nunca se sabrá quién fue el primero, el caso es que desde 1919 el líder de la clasificación general lleva el maillot amarillo.
En 1920, los siete primeros clasificados fueron belgas.
Tras la repercusión que habían tenido entre el público las etapas de montaña, en 1933 los organizadores crean el Gran Premio de la Montaña, premio que se extendió a las demás pruebas hasta el día de hoy.
En 1934 se disputa la primera contrarreloj individual que ganó Antonin Magne, que empleo 2 horas 32 minutos y 5 segundos en recorrer los 90 kilómetros.
En 1950, existe la historia de un ciclista que se emborracho en plena carrera. Hay que tener en cuenta que por aquella época los ciclistas solían tomar bebidas alcohólicas para motivarse, aunque no fue precisamente el caso de Abdel Kader Zaaf.
Este ciclista argelino no ingirió voluntariamente alcohol sino que fue un aficionado quien quiso ayudarle a suavizar el efecto de las altas temperaturas durante la etapa Periñan-Nimes. En la cima de un repecho, Zaaf agarró una botella que le tendió un aficionado, pegándole un ansiado lingotazo, al sentir un sabor fuerte trato de escupirlo, pero ya había bebido suficiente vino de Corbieres. Como buen musulmán, al no haber probado nunca el alcohol, el resultado fue desolador. El vino, sumado al calor, el sobreesfuerzo físico y demás, hizo que el ciclista se desplomase. Los espectadores se le echaron encima, lo detuvieron y lo tumbaron a la sombra de un árbol, donde se desmayó bajo los efectos de un coma etílico. Zaaf tuvo días mejores y pasó a la historia como el primer africano en ganar una etapa del Tour de Francia.
La primera photo-finish fue tomada en el año 1955 y un año después se autoriza el cambio de rueda luego de un pinchazo.
En 1966, los primeros controles antidoping, hace que los ciclistas hagan una huelga.
En 1967, para que el público conozca a los ciclistas y los pueda tocar, se corre el primer Prólogo.
En el capítulo trágico, desgraciadamente el Tour también tiene su historia. Tres ciclistas murieron durante la carrera: el español Francisco Cepeda, en 1935 chocó con su bicicleta en el Pass del Galibier. El británico Tom Simpson, murió por agotamiento y por haber tomado anfetaminas durante la subida al Mont Ventoux en 1967 y el italiano Fabio Casartelli que el 18 de julio de 1995, durante la 15ª etapa, sufrió un accidente durante el descenso del Col de Portet d´Aspet, en los Pirineos. Las graves lesiones de cráneo y cara le hicieron perder la consciencia, falleciendo en el traslado en helicóptero al hospital tras varios intentos de reanimación después de que perdiese la respiración.
Los despistes también tienen su apartado en el Tour de Francia, el más famoso fue el de Pedro Delgado en la crono de la edición de 1989 celebrada en Luxemburgo. Visto con perspectiva puede resultar gracioso, pero en su momento fue dramático. Salir con un retraso de 2´40” minutos supuso que Perico, que venía de ganar la carrera el año anterior y era favorito, perdiese el Tour antes de salir.
Cuando el italiano Giuseppe Guerini cruzó la pancarta del último kilómetro en la subida a Alpe d´Huez en 1999 nunca imagino lo que le esperaba. Sobre todo porque afrontaba relativamente tranquilo el último tramo con una ventaja considerable respecto a sus perseguidores. A escasos 50 metros de entrar en la zona vallada para el público, un aficionado se puso a sacar una foto al héroe del día, quedándose quieto en mitad de la carretera sin percatarse de que el ciclista estaba prácticamente a su lado. Apuró tanto que cuando quiso apartarse terminaron los dos en el suelo. El mítico comentarista de Televisión Española Pedro González, estaba tan indignado con la situación que no paraba de repetir durante la retransmisión “Hay que ser tonto. Hay que ser tonto para provocar una situación de este tipo en el tramo final de la carrera”. La insistencia fue tal que el fotógrafo frustrado pasaría a la posteridad como: “El Tonto de Alpe d´Huez”. La historia, sin embargo, tuvo final feliz.
Chinchetas en la carretera, atropellos con vehículos, ayudas para bajar más rápido los puertos, enfados con los organizadores, críticas a los ganadores o aprovecharse de las ventajas del bacalao son algunas de las anécdotas más curiosas, novedosas e inesperadas.
A nada de esto se escapó la edición de este año y que también quiero enumerar aquí: Para empezar citare la presencia de esos ciclistas negros que ya están ahí, en los puntos de auténtica refriega, pedaleando como los ángeles aunque después se desvanezcan. A diferencia de los orientales, esta vez los ciclistas de sangre africana han llegado para quedarse. Nunca me imaginé que la televisión francesa ofreciese tan pocas imágenes del líder de la carrera. Estaba claro que para ellos, cuanto menos saliese Chris Froome, mejor. Con Thibaut Pinot, en cambio, se cebaron resultando casi patético porque, pese a la voluntad del ciclista, una y otra vez siempre le superaban, hasta que en Alpe d´Huez se destapo por suerte. Lo merecía, pero lo de la tele fue ridículo. Por cierto, con las horas y horas de tediosa retransmisión, la mala leche de los cámaras del helicóptero, que, ante la coreografía artesanal y multitudinaria montada a ras de suelo para que ese helicóptero les filme y el pueblo en cuestión luzca en la tele apenas 10 0 15 segundos, con el tiempo que les llevaría prepararlo. Aunque acto seguido nos emborrachan de bosques, caballos, girasoles, trigales, vacas y, lo que es más grave, castillos e iglesias.
Asimismo, la bajada a tumba abierta del bravo Bardet en el Col du Mollard, liado a patadas con el cambio o la cadena, hablando por el pinganillo con su director, agarrando la bici con una sola mano en muchos tramos, medio girando la espalda en espera del coche del equipo, todo ello mientras va trazando curvas a más de 60 kilómetros por hora sobre una calzada irregular. Teniendo en cuenta el factor riesgo, prefería no haberlo visto y así evitar la piel de gallina. De haber estado en otro puesto en la clasificación general, con ese punto loco y animal, podría haber reventado al líder, su situación no era para correr riesgos innecesarios ya que una cosa es la victoria y otra distinta la gloria.
La agresión por parte de un espectador a Richie Porte tratándolo de dopado, el lanzamiento de una bolsa llena de orina, escupitajos, insultos y amenazas a Froome son situaciones desagradables que nunca deberían pasar. Estas aptitudes no hacen bien al ciclismo, decepcionan a cualquiera, son inaceptables y por supuesto totalmente condenables.
El tiroteo que puso en jaque a París el día que el Tour terminaba en los Campos Elíseos fue otra de las anécdotas de un incidente clásico de la madrugada de un sábado, un incidente nada alarmante que fue una casualidad que coincidiese con el final del Tour, lo mismo que el hombre de blanco que salto a la carretera ataviado con una larga bata blanca y con los brazos extendidos, para colocarse delante del pelotón en medio de los Campos Elíseos, los ciclistas tuvieron que esquivarlo para evitar un accidente que afortunadamente no se produjo.
Unas excentricidades de parte de un público que hay que condenar enérgicamente.

Espero que esta recopilación extradeportiva sirva para conocer mucho más en profundidad el gran espectáculo del deporte de sensaciones, del ciclismo de vencedores y vencidos que forman parte de la mística de las dos ruedas, donde héroes y ciclistas de menor renombre han conseguido que el Tour de Francia sea la mejor carrera del mundo.

Ningún comentario:

Publicar un comentario