MATHEW HAYMAN SE IMPONE EN EL VELÓDROMO DE ROUBAIX |
La París-Roubaix es la clásica por
excelencia, aquella que prácticamente todo el mundo conoce, sea o no aficionado
al ciclismo por ser una prueba mágica, repleta de emociones fuertes, con un
recorrido por los adoquines y que este año también jugó alguna que otra mala
pasada a los ciclistas como Fabian Cancellara o Peter Sagan.
El Infierno del Norte como también se la suele denominar, es una
carrera para espíritus indomables. La reina de las clásicas es famosa por sus
adoquines, por sus caídas, por su velocidad y por el espectáculo sobre las dos
ruedas que dan todos los que en ella participan.
El vencedor (la mayoría de las veces cubierto
de polvo y lodo) recibe como trofeo un adoquín, ya que el pavés ocupa una gran
parte del kilometraje, lo que la convierte en la clásica más emblemática del
calendario mundial.
Los 27 tramos de pavés que se conservan
únicamente para que transcurra sobre ellos cada año la carrera, se caracterizan
por el mal estado del piso y por la dificultad extrema de transitarlo en días
de lluvia. Míticas han sido las ediciones con precipitaciones en las que los
corredores llegaban a meta con los rostros llenos de barro.
La París-Roubaix es pura épica y tradición
ciclista desde 1896, su recorrido no es apto para ciclistas timoratos por sus
niveles de exigencia y las dificultades que comporta para los ciclistas un
recorrido diabólico de 257,2 km. entre
Compiegne y el velódromo de Roubaix .
La Clásica de primavera en el corazón del
norte de Francia es la más heroica y dura del mundo por sus numerosas caídas y
pinchazos que deciden en gran medida, la resolución de la prueba. En esta
carrera también son altamente considerables otros factores además de la
condición física. De hecho, en muchas ediciones no gana el ciclista más fuerte,
sino el que ha tenido mayor fortuna a la hora de evitar llantazos, reventones
de tubulares o resbalones y tropezones sobre la superficie del adoquinado.
Aunque el mítico Bernard Hinault desmonto este argumento en la edición de 1981.
Tras una aparatosa caída, el “Caiman” logró reincorporarse al grupo de cabeza y
vencer de una manera magistral.
En la París-Roubaix 2016, como en las
ediciones anteriores los ciclistas rodaron por los famosos tramos de Trouée
d´Arenberg, Mons en Pevel y Le Carrefour de L´Arbe, en la que el pavés está en
peor estado y donde suelen producirse los ataques más espectaculares cuando la
carrera está rota. Pero es en los primeros tramos de los 52,8 km de adoquines
donde se producen más caídas porque el pelotón es todavía muy numeroso, la
carretera es demasiado estrecha, todavía hay humedad en el suelo de la
madrugada y los ciclistas luchan a muerte por encontrar una buena posición para
no quedarse cortados.
DOS CAÍDAS DE FABIAN CANCELLARA EN LA PARÍS-ROUBAIX ES UN INJUSTO BOTÍN EN SU DESPEDIDA |
Este año con las bajas de los dos grandes
ciclistas sobre el pavés: John Degenkolb, ganador el año pasado y Greg Van
Avermaet, la carrera se presentaba bastante abierta, con Peter Sagan y Fabian
Cancellara como máximos favoritos. Entre ellos había otros nombres como los de
Alexander Kristoff o Sep Vanmarcke, entre los candidatos a levantar los brazos
en el velódromo de Roubaix.
Fabián Cancellara que seguramente será su última participación en esta carrera
y que buscaba su cuarta victoria, a falta de 100 km, una caída en el pelotón
divide al grupo en dos quedándose con Sagan en el segundo pelotón.
Unos kilómetros más adelante Sep Vanmarcke
sufre una avería que le hace perder contacto con el grupo principal. A falta de
88 km Vanmarcke ya pierde 50 segundos y Cancellara y Sagan 1:30 con el grupo de
Tom Boonen y Tony Martin que pone un ritmo elevadísimo en el grupo delantero. A
pesar de ese ritmo diabólico, el segundo grupo les va recortando tiempo al
imponer Sagan un ritmo muy fuerte que rompe el grupo y ya están a solo 40
segundos.
Pero los irregulares adoquines mal sembrados
en esas estrechas sendas diseñadas para el paso de los carros de vacas, los
charcos y las curvas embarradas provocaron la caída de Cancellara que le
hacía despedirse de sus opciones de
sumar su cuarta Roubaix, Niki Tersptra también se veía involucrado, mientras
que Sagan se salvaba de la caída pisando la hierba y saltando sobre el pavés,
pero ya perdía un minuto.
Jarro de agua fría para los dos máximos
favoritos que a falta de tan solo 20 kilómetros para el final decían adiós a
toda opción de victoria.
Descartados los dos máximos favoritos y tras
un acelerón de contraataque de Stannard, se formaba el quinteto del cual
saldría el vencedor. Solos ante el peligro se quedaron cinco candidatos para
una sola plaza y que a partir de ahí empezaron a jugar sus cartas. Vanmarcke lo
probaba desde lejos lanzando su órdago ganador, Boonen intentaba controlar, lo
mismo que Boasson Hagen que sin mucho ruido se había colado en el repóker de
favoritos lanzando algún latigazo. Stannard esperaba su oportunidad y Mathew
Hayman, que llegaba de la fuga, permanecía agazapado y respondiendo a todos los
ataques sin hacer ruido.
Una París-Roubaix de ciclismo del bueno como
no podía ser de otra forma, muy accidentada. Una carrera de persecución, sin
descanso, rota a los 80 kilómetros de meta gracias a los acelerones en un
enorme duelo de estrategias y sin respiro hasta el final, donde Boonen, Hayman
y Stannard entraron destacados en el velódromo. Todo parecía a favor de Boonen,
era el más rápido, pero en los últimos metros quedó encerrado, siendo superado
por Hayman que arranco con convicción y apretando los dientes.
CORTE QUE SUFRIÓ FRAN VENTOSO |
No era para menos, era la victoria que
justificaba toda una carrera sobre la bicicleta de un veterano gregario con un
palmarés discreto, que ahora será admirado por todos y odiado por Boonen, al
que le arrebató una plusmarca para la historia.
La Clásica París-Roubaix conocida también como
El Infierno del Norte por sus 52,8 kilómetros de pavés distribuidos en 27
tramos de antiguos caminos rurales, convierten cada tramo en una lotería. Con
este panorama, lo normal es que se produzcan accidentes, precisamente en un
tramo de esos, concretamente en el tramo de Arenberg vimos otro caso más de
accidente en el ciclismo profesional con una moto de por medio. Una caída en el
pelotón propicio una terrible montonera, tras el lance deportivo, con los
ciclistas todavía en el suelo, una moto de carrera que circulaba detrás del
grupo no logra frenar, derrapando sobre los adoquines embarrados, estando a punto de provocar una
tragedia al llevarse por delante a Elia Viviani, que tuvo que retirarse y ser
llevado al hospital. Afortunadamente tras el porrazo terrible no sufrió ninguna
fractura.
Las imágenes que pudimos ver ponen de relieve
la fragilidad sobre la que se mueven estos profesionales.
La otra polémica que se desató en este
Infierno del Norte durante la París-Roubaix fue el accidente que sufrió Fran
Ventoso, quien tuvo que ser evacuado a un hospital a consecuencia del profundo
corte que sufrió en la pierna izquierda. Era tan profundo que hasta se le veía
la tibia y eso que el corte frontal, no era precisamente, donde la tibia está
menos protegida.
Fran Ventoso, al caer, impactó contra el
freno de disco de un ciclista del Direct Energie que fue uno de los equipos que
montó frenos de disco en las bicicletas para garantizar una mejor frenada a sus
ciclistas en los tramos adoquinados.
A mediados de la pasada temporada la UCI
había autorizado los frenos de disco, que paulatinamente estaban introduciendo
algunos equipos, mientras otros exponían sus dudas al opinar que el riesgo era
mayor que la seguridad. Ahora se comprobó que estos últimos tenían razón.
A raíz de este accidente, la U. C. I. ha
decidido suspender con carácter inmediato los experimentos con los frenos de
disco en las bicicletas de los ciclistas profesionales.
Por todo esto y más, ganar aquí para cualquier ciclista
es bastante surrealista.
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