El
pasado 18 de octubre se presentó la 104ª edición del mayor espectáculo ciclista
del mundo: el Tour de Francia dio a conocer cómo será su recorrido, a falta de
los perfiles definitivos. Serán 3.516 kilómetros divididos en nueve etapas
llanas, cinco de media montaña, cinco de alta montaña, tres finales en alto,
dos etapas contrarreloj y dos días de descanso.
Otra de las grandes novedades va ser la cobertura integra por televisión de todas las etapas por primera vez en la historia.
El inicio de la primera etapa empezará en Düsseldorf (Alemania) el próximo 1 de julio de 2017, después del primer día en Alemania, la carrera pisara suelo belga, donde posiblemente provocará unas primeras etapas movidas, lejos de los placidos esprintes de otras ediciones y Luxemburgo antes de llegar a Francia y la zona de los Vosgos.
El mencionado Izoard, «la versión actual del infierno», según Jacques Goddet, la montaña donde Gino Bartali, Fausto Coppi, Louson Bobet y Eddy Merckx rubricaron ilustres gestas, regresa al Tour de Francia para ser final de etapa, lo nunca visto. La cúspide alpina es el gran reclamo de la ronda de 2017, último obstáculo para Froome en su desafío de alcanzar el cuarto título (tercero consecutivo) del Tour de Francia.
La épica y el drama son inherentes al Izoard. Es una montaña intrigante, que quita el sueño a cualquiera y que puestos a subirla da la sensación de que no se acaba nunca. El Izoard es interminable. Puede parecer manso o tranquilo, y hacerte creer que lo estás derrotando, pero nada de eso. Cuando llega una curva y te dispones a respirar o dar un suspiro de alivio, te golpea las piernas con una rampa que acabaría con un mulo.
A priori parece un Tour duro y muy interesante. Ya veremos. Este año ha sido un bluff y un aburrimiento. Todos juntitos hasta el último km. Esperemos que los ciclistas tengan las suficientes fuerzas en sus piernas para darnos espectáculo y emoción a la que es la mejor carrera por etapas del mundo. Que no vuelva a ser un plomazo y sobre todo cuando suceda algo diferente a todos los días, que las motos guarden sus distancias de seguridad y que no haya repescas aunque sean numerosas y superen los 90 ciclistas. De no ajustarse a los tiempos en que estamos, habrá otras carreras que den mayor espectáculo.
Otra de las grandes novedades va ser la cobertura integra por televisión de todas las etapas por primera vez en la historia.
El inicio de la primera etapa empezará en Düsseldorf (Alemania) el próximo 1 de julio de 2017, después del primer día en Alemania, la carrera pisara suelo belga, donde posiblemente provocará unas primeras etapas movidas, lejos de los placidos esprintes de otras ediciones y Luxemburgo antes de llegar a Francia y la zona de los Vosgos.
Un
recorrido para todos y para nadie. Disminuye la montaña, pero también desciende
la distancia de las contrarrelojes (sólo dos, la primera con 13 kilómetros, y
la penúltima, con 23), lo que perjudica a Froome. Una compensación
estratégicamente planificada por Christian
Prudhomme. Al director le interesa mantener el suspense hasta el final y un dominio aplastante del británico
minaría los ránkings de audiencia. Este Tour es para audaces. Un escenario para
un magnífico duelo, pero no sólo entre Chris Froome y Nairo Quintana.
Una nueva entrega de un Tour de Francia más humano, con 23 puertos, cinco menos que en la última edición. Sólo habrá tres finales en alto, lo que favorece las opciones del británico en contra de Nairo Quintana: uno en los Vosgos (Planche des Belles Filles, 5ª etapa), otro en los Pirineos (Peyragudes, 12ª) y el Izoard. Disminuye la montaña, pero se mantiene un perfil exigente, al gusto de Alberto Contador, Vincenzo Nibali, Fabio Aru y Esteban Chaves. Los escaladores podrán expresarse en siete subidas de categoría especial, entre otras, Biche, Grand Colombier, Mont du Chat (9ª), Balès (12ª) y Galibier (17ª), esta última se afronta en una jornada tremenda, con subidas a Croix de Fer y Telegraphe.
Una nueva entrega de un Tour de Francia más humano, con 23 puertos, cinco menos que en la última edición. Sólo habrá tres finales en alto, lo que favorece las opciones del británico en contra de Nairo Quintana: uno en los Vosgos (Planche des Belles Filles, 5ª etapa), otro en los Pirineos (Peyragudes, 12ª) y el Izoard. Disminuye la montaña, pero se mantiene un perfil exigente, al gusto de Alberto Contador, Vincenzo Nibali, Fabio Aru y Esteban Chaves. Los escaladores podrán expresarse en siete subidas de categoría especial, entre otras, Biche, Grand Colombier, Mont du Chat (9ª), Balès (12ª) y Galibier (17ª), esta última se afronta en una jornada tremenda, con subidas a Croix de Fer y Telegraphe.
Un Tour
distinto e intenso, porque con la crono de la primera etapa ya se establecerán
diferencias importantes y porque la montaña no sólo se reparte en Pirineos y
Alpes, sino también en Vosgos, Jura y Macizo Central. Alerta permanente, con
jornadas brutales, como la novena, con 4.600 metros de desnivel y cuatro
puertos, el último Mont du Chat, que sólo se escaló una vez en el Tour, en
1974, y con un 10,3% de pendiente media, el porcentaje más alto de toda la
ronda.
“El mañana nunca muere” de James Bond se rodo
en el aeródromo de Peyragudes, final de la 12ª etapa, con cinco subidas en el
ecuador de la ronda francesa que podría romper la carrera a favor de alguno de
los favoritos.
El mencionado Izoard, «la versión actual del infierno», según Jacques Goddet, la montaña donde Gino Bartali, Fausto Coppi, Louson Bobet y Eddy Merckx rubricaron ilustres gestas, regresa al Tour de Francia para ser final de etapa, lo nunca visto. La cúspide alpina es el gran reclamo de la ronda de 2017, último obstáculo para Froome en su desafío de alcanzar el cuarto título (tercero consecutivo) del Tour de Francia.
La épica y el drama son inherentes al Izoard. Es una montaña intrigante, que quita el sueño a cualquiera y que puestos a subirla da la sensación de que no se acaba nunca. El Izoard es interminable. Puede parecer manso o tranquilo, y hacerte creer que lo estás derrotando, pero nada de eso. Cuando llega una curva y te dispones a respirar o dar un suspiro de alivio, te golpea las piernas con una rampa que acabaría con un mulo.
Froome
desconoce las dificultades del coloso alpino, ya tendrá tiempo de visitarlo.
Sus 16 kilómetros de longitud y su pendiente media cercana al 7% decidirán la
próxima edición del Tour. Su cúspide sellará la meta de la etapa 18ª. Después
de esa cita sólo quedará una jornada de transición en Salon de Provence, una
crono que le es favorable en Marsella de 23 kilómetros y el paseo por los
Campos Elíseos.
A priori parece un Tour duro y muy interesante. Ya veremos. Este año ha sido un bluff y un aburrimiento. Todos juntitos hasta el último km. Esperemos que los ciclistas tengan las suficientes fuerzas en sus piernas para darnos espectáculo y emoción a la que es la mejor carrera por etapas del mundo. Que no vuelva a ser un plomazo y sobre todo cuando suceda algo diferente a todos los días, que las motos guarden sus distancias de seguridad y que no haya repescas aunque sean numerosas y superen los 90 ciclistas. De no ajustarse a los tiempos en que estamos, habrá otras carreras que den mayor espectáculo.
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