La primera grande de cada temporada llega a la cien
edición. Para celebrar esos cien años de rosa, el Giro de Italia preparó un
trazado por toda Italia. Sera una fiesta por todo el país que incluye la salida
en Cerdeña (tierra de Fabio Aru), el paso por Sicilia (territorio del Vincenzo
Nibali) y el colofón en los Alpes antes de terminar en Milán con la segunda
contrarreloj individual del recorrido. Los seis finales en alto que
homenajearan a varias leyendas del ciclismo italiano y el esperado duelo entre
Aru y el Tiburón de Messina aseguran un espectáculo vibrante desde el 5 al 28
de mayo del próximo año.
La carrera partirá por primera vez en su historia
desde Cerdeña, lo que permitirá a los habitantes de la segunda mayor isla del
Mediterráneo disfrutar de la corsa rosa durante tres etapas que seduciran a
Fabio Aru en su casa y antes del primer día de descanso. Dos de ellas, la
inaugural y la de despedida serán perfectas para los velocistas mientras que la
segunda, aunque no imposible para los sprinters, se antoja un buen día para los
aventureros que quieran y se atrevan a intentar un movimiento lejano y
jugársela en una bajada de casi 40 kilómetros.
Tras abandonar Cerdeña, la serpiente multicolor
todavía no tocara la península italiana ya que antes rendirá visita a Sicilia,
la más grande de las islas del Mediterráneo para enamorar a Nibali y visitar el
Etna, ese volcán activo que no escupe lava desde el 2012, pero que con sus
1.892 metros de altura sigue vivo y seguramente marcara las primeras
diferencias importantes de la general. Al día siguiente el pelotón pedaleará
por las calles de la Messina natal del Tiburón.
En el afán de los organizadores por recorrer todas
las regiones posibles del país, el trazado discurrirá del sur al norte con
varios puntos calientes. Tras el salto a la península por Reggio Calabria para
afrontar unas cuantas etapas de las llamadas de transición en las que lo lógico
será ver como los aspirantes al podio final se lamen las heridas del Etna y
recargan las baterías para lo que viene.
El primer fin de semana se cierra con la subida al
alto a Blockhaus. Un día después y tras
el segundo día de descanso les aguarda Montefalco, con sus 39,2 kilómetros de
lucha contrarreloj individual entre viñedos del vino Sagrantino y un terreno
quebrado.
En la 12ª etapa se rendirá homenaje a Gino Bartali
con la salida en Ponte a Ema, el barrio de Florencia donde había nacido Gino en
una etapa de 161 kilómetros pestosos debido a un perfil de esos que hacen doler
las piernas con sólo pensar en los cuatro puertos encadenados sin descanso antes de afrontar el final en Bagno di
Romagna. En Oropa se recordará a Marco Pantani y su remontada en el Giro de
1999.
Lo que vendrá
después, será la segunda entrega de etapas sin demasiado que decir en cuanto a
la pelea por la general final y que servirán para que unos recuperen fuerzas
y otros busquen la gloria pasajera del triunfo de etapa.
Como es costumbre, los Alpes y sus hermanos los
Dolomitas darán el paso a la batalla final en la que serán los gallos los que
tengan que tomar el protagonismo.
Un repaso a los perfiles de la traca final, como no
podía ser de otra manera, atemorizará a todos aquellos que pretendan llegar con
opciones a ese día en el que el Stelvio (Cima Coppi) que deja, con sus 2.758
metros, pequeño al Mortirolo que le precede y al Giogo di Santa María que le
sigue, como gran juez de una etapa que se antoja como la reina de este Giro de
Italia del centenario.
Los montes pelados acogen dos etapas muy
diferentes, la primera con llegada tendida a Canazei y la segunda, el tappone
con cinco puertos condensados en solo 137 kilómetros. Piancavallo y Asiago,
tras superar el mítico Monte Grappa, cerraran el empacho de alta montaña. Luego
por si hay algo que decidir, a Milán no se llegará de paseo, sino en una crono
agónica de 28 kilómetros que llevara a los supervivientes desde el circuito de
Monza a Milán y que acabara por decidir el orden final de la clasificación
general final y por tanto, el nombre del corredor que inscribirá su nombre en
el revirado trofeo de la primera gran vuelta de la temporada.
Después de que el Giro desvelará sus cartas, es
ahora el turno para que los ciclistas conviertan esta propuesta del recorrido
en una carrera eléctrica y atractiva o en una prueba bloqueada por los miedos y
los cálculos de unos y otros.
Vincenzo Nibali, que portará el dorsal número uno como
jefe de filas del Bahrain-Merida es uno
de esos corredores que, seguramente, no habrá disfrutado demasiado a medida que
se oficializaban las etapas de este Giro del centenario y que
ya había avisado que volvería a plantearse como uno de sus principales
objetivos del año aunque ahora, con esa enorme ración de contrarreloj, el italiano
podría no estar tan enamorado de la carrera de su tierra.
Tampoco
será este Giro del gusto más absoluto de Fabio Aru, el otro gran aspirante italiano y hombre que, en
el mejor de los escenarios soñados por los organizadores, peleará la maglia
rosa con su ya ex compañero Nibali en el que puede ser considerado, en caso de
que el joven sardo se imponga en esa lucha, el duelo que escenifique el relevo
generacional en el ciclismo italiano algo que, en un país tan pasional en esto
del ciclismo como es Italia, no es cosa menor.
Quien
no había dudado en mostrar su aprobación al trazado fue Chris Froome. El
británico, que no ha vuelto al Giro de Italia desde 2010 cuando fue expulsado de la carrera acusado de haberse
ayudado del coche de su equipo para subir el Mortirolo, reconocía que el trazado era apto para
sus características. Cosa
distinta, será que tanto él como su equipo, tourcentristas a
más no poder, vayan a decidir dejar de lado el Tour por
intentar el asalto al Giro. Un doblete Giro-Tour que parece mucho más arriesgado que el
habitual para él, Tour-Vuelta.
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