Tom Dumoulin, llegaba al Giro del centenario sin
victorias después de 14 días de competición.
Había corrió poco, pero lo había
hecho bien, sin llamar la atención y aprovechando las carreras en las que
participó para entrenar y así encontrar el ritmo de competición. Después de
haber luchado por la Vuelta a España del 2015, este año quería hacer lo propio
con el Giro de Italia, sabía que era difícil, pero llegaba fresco, con menos
días de competición que sus rivales y sobre todo, las dos etapas contra el
crono le favorecían si llegaba sin mucho tiempo perdido en la alta montaña.
Pero el Giro es una carrera con un
legado universal que ha prendido en la memoria colectiva. Términos y nombres
como: Bartali, Binda, Coppi, Merckx,
Pantani; Mortirolo, Grappa, Pordoi, Stelvio, Zoncolán; Maglia rosa,
volatas… forman parte de 100 años de épica y drama como la vida misma.
El ganador de este Giro de Italia no
se puede decir que tuvo de su parte la suerte del campeón. Lucho contra viento
y marea, en situaciones complicadas, superándolas a pesar de todos los
problemas e inconvenientes. Este holandés de 26 años, quiso desde un principio
dejar claro que iba muy en serio en este Giro, y en la primera contrarreloj de
39,8 kilómetros de la 10ª etapa entre Foligno y Montefalco, pasó el rodillo
haciendo honor a su condición de favorito y enfundándose la maglia rosa con una
renta en la general sobre Nairo Quintana de 2´23”, lo que obligaba al
escarabajo colombiano a jugarse el Giro en las etapas de montaña.
El duelo Dumoulin-Nairo quedaba
abierto, con Thibaut Pinot a 2´40 y Nibali a 2´47” prometían interesantes
batallas.
Cuatro días después de que la
apisonadora holandesa se enfundase el rosa de líder, llegaba la etapa más corta
de esta edición del Giro, con un perfil prácticamente llano hasta los últimos
30 kilómetros, que empezaría a picar progresivamente hacia arriba para culminar
en la única ascensión: el Santuario de Oropa. Segurísimo que a Nairo, esta
etapa le parecería un lugar emblemático para reducir la distancia con el líder,
ya que al escarabajo le apasiona volar en las alturas, exhibirse con escaladas
para recordar.
En el inicio del puerto, tras un
acelerón de Víctor de la Parte y Anacona, gregarios de Nairo, neutralizan a
Diego de la Rosa. Nairo subía ligero, pero sin descolgar a los perseguidores,
cada vez que el líder se acercaba el escarabajo se resistía a ser neutralizado.
Dumoulin aceptó el envite del
colombiano y asumió el control de caza en unos emocionantes últimos tres
kilómetros.
Tom Dumoulin es un fenómeno
contrarrelojista que también se desenvuelve con soltura en la montaña. Aprendió
a dosificar el esfuerzo en momentos límite.
A su ritmo, sin ponerse nervioso y
sin perder la compostura cuando Nairo atacó a falta de cuatro kilómetros
destrozando al grupo de favoritos, consiguió que Nibali pasase apuros y junto a
Mikel Landa, Zakarin y Yates consiguieron mantenerse a una distancia inferior a
los 20 segundos.
El líder, escalaba como una
locomotora, a un ritmo sostenido y machacón. Landa aguantaba e intentaba
reservar fuerzas para el tramo final, buscando la victoria de etapa. A un
kilómetro de la meta terminaba la aventura del escarabajo colombiano. Cuando
todos esperaban el zarpazo de Landa, un extraordinario Dumoulin aceleraba la
marcha impidiendo el contraataque del vasco y de Ilnur Zacarin. El hachazo del
líder hizo que se descolgara Nairo, que cedió 14 segundos y le permitió ganar
la etapa en el Santuario de Oropa. Con este triunfo pegaba un golpe de
autoridad y certificaba la solidez de su candidatura a llevarse el Giro del
centenario.
Dumoulin, iba ganando batalla tras
batalla, pero no la guerra. Parece que fue ayer cuando se dio la salida a este
Giro pero la realidad es que ya nos encontrábamos en la última semana de
carrera y los interrogantes que atañen a la general seguían sin resolverse.
Los finales en alto de la alta
montaña quedaron para la última semana, y fue precisamente en la etapa reina
donde ganaba Nibali y el líder se descomponía en el momento clave de la etapa,
en la última subida al Stelvio.
Todo transcurría según el guion
previsto, pero de repente para sorpresa general, la maglia rosa frenó su
bicicleta y echó pie a tierra, como un poseso, se quitó el maillot y el culote
y se marcho corriendo al prado para hacer sus necesidades. Un líder
descompuesto por un apretón intestinal hacia que todo el Giro mirase con
asombro el desconcertante contratiempo de la maglia rosa. ¿Cómo se podía
malograr una carrera de esta forma?. Es lo que tiene un deporte como el
ciclismo, donde el corredor está expuesto a multitud de contingencias ajenas a
él mismo.
Defecar le costó minuto y medio,
aunque parece que hubo “fair play”, pero el caso es que el líder perdió
contacto con el grupo de favoritos que no aceleró, pero tampoco disminuyó la
marcha, teniendo que subir en solitario el último puerto de una etapa
interminable.
Por delante, Nairo, Nibali y Zakarin
ascendieron los 13 kilómetros a ritmo, sin exhibiciones, con Mikel Landa y
Kruijwijk fugados. Progresivamente fueron aumentando la distancia con el líder
que en la cima del puerto era de dos minutos.
En la bajada, El Tiburón de Messina
que es un especialista en descensos, arriesgó más que nadie dando caza a Landa
y lanzándose a por la etapa. Tras el primer triunfo italiano en este Giro del
centenario, Quintana llegaba a 10 segundos y Dumoulin a 2´06, logrando mantener
el liderato por 31 segundos de ventaja sobre Nairo.
Tras el inoportuno percance que pudo
haberle costado el Giro, la primera cita con la montaña dejaba la clasificación
muy apretada y con una semana terrorífica, donde no hubo tregua.
En la 19ª etapa, después de que
Nibali en la 16ª y Van Garderen en la 18ª le robaran la cartera, Mikel Landa
por fin, lograba la victoria.
Hasta ese día, la carga de
responsabilidad por enmendar un Giro que se le torció por una caída causada por
una maldita moto de un policía mal situada en el arcén había hecho errar en sus
ansias por vencer. Sin ese accidente, el ciclista vasco estaría peleando por el
podio, incluso por la maglia rosa. No pudo ser, pero como buen chicarrón del
norte y sabedor de que era el más fuerte se busco nuevas motivaciones: El
premio de la montaña y las etapas. Sabemos que las fugas no deberían ser su
sitio, sino el grupo de los gallos. Se merecía este triunfo.
Un día pletórico para el vasco,
negativo para Dumoulin, que perdía el liderato y esperanzador para el
escarabajo colombiano que volvía vestirse de rosa con 38 segundos de ventaja,
pero insuficiente para afrontar la contrarreloj de hoy.
Tom Dumoulin sufrió en la última
ascensión, pero los demás tampoco iban sobrados. Sólo así se entiende que no
hayan aprovechado su crisis para eliminarle de la pelea. Dumoulin vino con la
lección bien aprendida, por eso no se cebó con sus rivales. Subió a ritmo,
reguló las fuerzas y no le salió nada mal.
Ayer mismo, en la última etapa de
montaña Dumoulin aguantó los ataques de todos sus rivales. El gas de los
depósitos marcaban la reserva. La despedida de la montaña, las ansias de sacar
más ventaja a los rivales y ganar puestos en la clasificación general requería
esfuerzos agónicos a un quinteto de favoritos que tendrían que administrar las
energías para un solo ataque, el que debería ser el definitivo. Una sola bala
en el cargador para afrontar una subida de 14 kilómetros, con sucesión
agotadora de 20 curvas en herradura.
El Katusha de Zakarin tensó la cuerda, a
23 kilómetros de meta, lo intentó Nibali, luego Zakarin y Pozzovivo. Ataque
fofos, sin peligro para Dumoulin. Ni siquiera el hachazo del escarabajo, en
colaboración con El Tiburón, fue contundente. Un quiero pero no puedo no
lograban descabalgar al gran favorito. El acelerón de Thibaut Pinot puso algo
de pimienta a una subida a ritmo, interrumpida con pequeños ataques.
Por delante los cinco enemigos del holandés,
juntos, relevando, pero sin consistencia y con una renta de 20 segundos que no
serian suficientes para cimentar el liderato. Ante el acoso. Dumoulin mantuvo
la cabeza fría, los 20 segundos en la cima descendieron a 15 a la llegada a
meta quedando a 53 del escarabajo, una renta totalmente factible de neutralizar
como se pudo ver hoy en la contrarreloj.
Los esfuerzos agónicos y los ataques
flácidos en la última etapa montañosa nos dejaron una clasificación general
antes de la última etapa casi de mentira. Nairo Quintana era el primero, pero
podría haberse quedado fuera del podio. Dumoulin era el cuarto, pero era el que
atesoraba más opciones de enfundarse definitivamente la maglia rosa. Entre
ambos estaba Pinot y Nibali los dos muy sólidos para poder sorprender y
llevarse el gato al agua.
Monza es un circuito diseñado para
alcanzar velocidades de vértigo con las carreras de Fórmula Uno. En esta
ocasión los organizadores lo designaron como salida de la última etapa del Giro
centenario, del Giro del apretón camino del Stelvio y donde Tom Dumoulin inicio
a velocidad de crucero la reconquista de la maglia rosa. Aquí cimentó su
triunfo, exhibiendo sus extraordinarias dotes de rodador en los 29,3 kilómetros
que separaban este velódromo de la meta, ubicada en la Piazza de Duomo en
Milán. Con un poderoso pedaleo neutralizó la desventaja de 53 segundos que
tenía respecto al escarabajo colombiano y se anotó un Giro de Italia en el que
fue líder durante nueve días y ganó tres etapas.
Nairo, que perdió cerca de minuto y
medio, acabó segundo en la general, superando en nueve segundos al Tiburón,
tercero en el podio. Quien decepciono quedándose fuera del podio fue Thibaut
Pinot.
Con Dumoulin triunfó el ciclista
completo, el contrarrelojista, el escalador de media montaña que sólo cedió
tiempo en las altas montañas por circunstancias extemporáneas, el rodador que
voló en el llano y en los descensos. Es el éxito de un ciclista en crecimiento
y con amplio margen para mejorar. Aprendió a defenderse en solitario y a
buscarse aliados ocasionales para solventar problemas.
Siempre corrió en equipos con
gregarios de cuarta categoría, quedándose huérfano en las etapas de alta
montaña. Para solventar las contingencias tuvo que mantener la cabeza fría,
pactar colaboraciones y desgastar valiosas energías. Con un equipo potente, su
valor se multiplicaría. Este ciclista se merece esa oportunidad.
El éxito de Dumoulin contrasta con
el fracaso de Quintana en su propósito de conquistar el doblete Giro-Tour. El
escarabajo se presentó por debajo de su nivel óptimo, posiblemente por tener la
mirada puesta en el Tour. En las últimas etapas que eran su terreno predilecto,
careció de esa chispa tan característica que le había convertido en el mejor
escalador del mundo y al no rematar en su terreno el fracaso estaba
garantizado.
También quiero hacer una mención especial por la gran carrera de Mikel
Landa, ganador de una etapa y del premio de la montaña. Lastima aquella maldita
caída por culpa de una moto que no tendría que estar donde estaba.